Según un estudio, la capital argentina tiene 50 km2 de azoteas utilizables que podrían instalar 5,3 GW de potencia solar, pero apenas hay instalado menos del 0,01% de esa capacidad.

Según un informe elaborado por los ingenieros Ignacio Romero y María Paz Cristófalo en conjunto con la Agencia de Protección Ambiental (APrA) y el Grupo de Liderazgo Climático C40, la Ciudad de Buenos Aires cuenta con 50 km2 de azoteas utilizables que podrían instalar 5,3 GW de energía solar. Se trata de un fuerte potencial en esta fuente renovable que duplica al recurso disponible por Berlín, una de las ciudades líderes en todo el mundo en la instalación de este tipo de equipos.
El ejemplo de la capital alemana demuestra que el recurso condiciona, pero no determina y que aún en condiciones desventajosas se puede generar un gran desarrollo de esta tecnología. Alemania tiene actualmente una capacidad instalada de más de 49.000 MW de potencia, comparada con los 759 MW que tiene Argentina.
Solamente la superficie disponible de CABA podría ser útil para instalar más de 15 millones de paneles, lo que podría satisfacer un 70% de la demanda eléctrica anual de la ciudad. En términos de emisiones, se podrían llegar a evitar el 48% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provenientes del sector energético de la ciudad.

Sin embargo, al día de hoy hay registradas apenas 100 instalaciones de renovables, de las cuales solo 25 son de generación distribuida. Es decir que sólo estas se conectan a la red eléctrica e inyectan sus excedentes desde que se adhirió a la ley nacional en el 2019. Las mismas tienen una potencia instalada de aproximadamente 400 kW, representando un 20% de lo instalado a nivel nacional y menos del 0,01% del potencial relevado en el informe para toda la ciudad. A su vez, cabe aclarar que existen otros 350 kW en trámites de conexión a red y otras instalaciones que todavía no hicieron el trámite para cambiar de medidor y empezar a inyectar a la red. Si bien es un porcentaje muy chico, se espera que vaya en aumento.

Los beneficios que provee la generación distribuida no son únicamente en términos de ahorros económicos y de emisiones, sino también reduce las pérdidas de transporte, mejora la calidad de aire, la salud, la cantidad de empleos y la economía. “Un residencial promedio, podría tener 10 paneles con 3 kW de potencia instalada en 16 m2 de superficie, obteniendo un ahorro del 50% del consumo eléctrico de su factura. A los comercios e industrias también le da un valor agregado, ligando a la marca con un producto y servicio más sustentable”, señala la autora del estudio y hace hincapié en el protagonismo del usuario en la lucha contra el cambio climático.
Más allá de todas estas ventajas, la generación distribuida tiene ciertas barreras como las financieras, la falta de incentivos, los costos iniciales de las tecnologías y el valor actual de subsidio de la tarifa eléctrica, que dificultan su crecimiento.
“Entender un poco los gastos, nos permite saber dónde podemos reducir esta inversión”, agrega la ingeniera Cristófalo. “En cuanto al costo del sistema, lo que se importa tiene que ver con los paneles y los inversores que alcanzan hasta el 40% del total de la inversión, el resto es valor local: componentes eléctricos, elaboración de las estructuras, servicios de instalaciones y comercialización”, dice en ese sentido.
Si bien hoy en día el período de repago de estos equipos es alto, debido a que no están reflejadas bien las facturas -principal barrera identificada- existe un mecanismo que reduce rotundamente el valor de estos sistemas (hasta un 50% en los sectores comercial e industrial y un 35% en el residencia) y es el beneficio promocional de certificado de crédito fiscal. Otros beneficios también podrían ser los descuentos en impuestos locales, tarifas de incentivos y la compra conjunta para sistemas mayoristas.
