Imprevisibilidad, el juego de la oferta y la demanda de energía y la disponibilidad de vientos y luz solar son claves en un sector que crece a paso firme.
Para las principales economías agroexportadoras del hemisferio sur, como los países sudamericanos y las naciones oceánicas, en especial Australia y Nueva Zelanda, es fundamental prestar atención a los efectos climáticos como El Niño y La Niña, por su impacto en la producción.
Es que, dependiendo del fenómeno que ocurra cada año, habrá factores que impactarán más o menos en los regímenes de lluvias, la posibilidad de ocurrencia de inundaciones o sequías, y hasta la bajante de grandes cursos de agua, como ocurre en el río Paraná desde comienzos de este año, aunque no responde exclusivamente a este factor.
Menos conocido es el impacto que tiene La Niña en la generación de energías renovables. De acuerdo a los meteorólogos e institutos de investigación que suelen predecir estos fenómenos, el hemisferio sur volverá a verse las caras con La Niña este verano y el proceso continuará al menos hasta el otoño de 2022.
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La Niña es la fase fría del fenómeno El Niño, que se caracteriza por intensas lluvias y clima húmedo. En contraste, La Niña genera estaciones con pocas lluvias y clima seco, lo que para la agroindustria supone fuertes desafíos para los rindes de los diversos cultivos.
En el caso de las energías renovables, las variaciones en los factores climáticos también presentan amenazas. Investigadores del Instituto de la Tierra de Columbia descubrieron que tanto La Niña como El Niño “podrían cambiar dónde sopla el viento y dónde brilla el sol, de uno a diez años a la vez”.
David Farnham, autor del estudio, es el primero en qué podrían significar estos patrones o cambios a largo plazo para la generación de energía renovable. Entre ellos, menciona el hecho de que las tecnologías de energía renovable en gran medida dependen de factores relacionados con el clima, como la luz solar, la velocidad del viento y la disponibilidad de agua.
El punto central es que las tendencias climáticas estables ayudan a los gobiernos y las empresas a planificar y pronosticar cómo actuarán estos factores, un dato central para las energías renovables.
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Pero justamente la ocurrencia de fenómenos como la Niña, que originado por los vientos en el Pacífico afecta a los continentes cercanos por segundo año consecutivo, van en sentido contrario. El Instituto de la Tierra de Columbia señala que los patrones climáticos a largo plazo como La Niña dificultan la predicción del clima e impactan en la generación de energía renovable.
Carrera de obstáculos
Partiendo de la base que no hay dos efectos La Niña iguales, algunos de los aspectos a considerar se refieren a la imprevisibilidad o la disponibilidad de los factores climáticos.
La intensidad de las lluvias producidas por La Niña puede generar inundaciones o exceso hídrico en algunas regiones, pero además dependiendo de la duración de lluvias y tormentas, pueden conllevar varios días sin luz solar.
Un estudio en Australia determinó que si bien siempre puede haber días sin que el sol brille o jornadas completas sin que el viento tenga fuerza e intensidad, “patrones climáticos de largo plazo como La Niña o El Niño agravan aún más este problema pero a una escala mucho mayor”.
Así, la imprevisibilidad del clima es un obstáculo importante para la consolidación de las energías renovables en algunas regiones. “Uno de los principales hallazgos es que estas variaciones en la generación de electricidad de un año a otro y de una década a otra pueden ser muy grandes”, explicó Farnham.
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Y agregó: “En una década la energía eólica sólo podría satisfacer del 61 al 98% de las demandas de calefacción y refrigeración de un área, pero luego proporcionar del 129 al 200% en la próxima década”.
Otro punto a considerar se relaciona con la previsibilidad climática y las posibilidades de proyectar inversiones y conseguir financiamiento por parte de las empresas. Pero además, el impacto del clima en las energías renovables puede medirse en relación a la oferta y la demanda de energía.
Algunos estudios determinaron que si hubiera cielos más claros que lo habitual por algunos años, esto beneficiará a la generación de energía fotovoltaica, pero también produciría un mayor uso del aire acondicionado ante temporadas más cálidas.
Por su parte, si una zona tuviera menos vientos templados o cálidos que lo usual durante la temporada invernal, la falta de vientos derivaría en una mayor demanda energética para calefacción. Y no hay que descartar tampoco el impacto económico que podría tener una temporada de granizo intensa en áreas y países en los que ha crecido en forma exponencial la instalación de paneles solares.