EOL entrevistó a Oscar Soria, uno de los referentes más importantes sobre cambio climático a nivel mundial que, con línea directa hacia el Vaticano, la ONU y el FMI, lucha para que la comunidad internacional avale un canje de deudas por acciones ambientales. “Es la única alternativa para cumplir con el Acuerdo de París”, sostiene.

Está al frente de una organización con 70 millones de miembros alrededor de 194 países y tiene diálogo directo con los principales líderes globales. Aún así y, probablemente porque se dedica a una actividad no lucrativa, el caso de Oscar Soria no suele acaparar las páginas de medios nacionales, donde se prefiere resaltar a los dueños de empresas unicornio como los ejemplos de argentinos “exitosos” por el mundo.
En cambio, como uno de los referentes sobre cambio climático más reconocidos en todo el planeta, su voz sí suele ser repetida por cadenas globales como la BBC, CNN, AFP, EFE o Reuters y es persona de consulta de diplomáticos, técnicos y dirigentes del Vaticano, la ONU, el Foro Económico Mundial, el FMI, la FAO y otros organismos internacionales.
De paso por el país para celebrar las fiestas de fin de año en su Santiago del Estero natal, el director político de Avaaz recibió a EOL en el lobby de su hotel palermitano, donde nos contó el estado de las negociaciones respecto a la propuesta de canje de deuda por acciones climáticas, en la que afirma que Argentina podría ser un “caso testigo”.
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“Si no se puede abordar la crisis de las deudas soberanas y públicas, no se puede abordar la crisis climática. Es contradictorio pedirles a países como la Argentina una baja del gasto público en paralelo con una reducción de emisiones y una suba de productividad”, sostiene.
¿Qué es Avaaz y cuál es su misión?
Avaaz es un movimiento internacional que cuenta con más de 70 millones de miembros en todo el mundo y es una organización que trabaja en temas transversales. Desde derechos humanos, medio ambiente, justicia económica hasta emergencias humanitarias. Entendemos que hay grandes temas globales que tienen impacto en los Estados Nacionales y uno de ellos es la cuestión de la crisis de la deuda. La crisis del Covid, la crisis climática y la crisis de la deuda creemos que son parte de una gran crisis sistémica que hoy los gobiernos deben verla desde lo holístico y desde lo sistémico para poder darle solución. En ese contexto, estuvimos trabajando desde hace varios meses en escuchar a distintos expertos para ver cómo se puede dar una solución a la crisis de la deuda en los países de ingresos medios. Entre ellos, Argentina, pero también incluye a otros países como Sudáfrica, la República del Congo, Brasil, Filipinas o Indonesia.
¿Cómo se calcula el precio de esos activos ambientales para poder hacer un canje de deuda por acciones climáticas?
Esa discusión quedó saldada ahora en Glasgow. Esos cálculos de los últimos dos años se convirtieron en métricas más estandarizadas, aunque todavía no existe una fórmula global que pueda establecer este reconocimiento de los aportes ecosistémicos. Por ejemplo, las métricas de Naciones Unidas permiten hacer un cálculo aproximado que puede monetizar la absorción de carbono. Entonces surge una nueva oportunidad para que los países en desarrollo puedan decir: “esto es lo que tenemos para ofrecer”. Nosotros decimos que hay que hacer una liquidación de deudas mutuas. Hay países que son deudores ambientales y otros son deudores financieros.
La comunidad internacional está viendo al caso argentino como un caso testigo para ver cómo se van a reestructurar otras deudas en la pospandemia
En el caso de nuestro país, ¿de cuánto sería esa acreencia ambiental?
Hay todo un debate en el G77 de los países del sur sobre si vamos a dar esa discusión de ir a una línea de base para calcular los beneficios acumulados desde la era pre industrial o si vamos a hablar solamente de lo que contribuyen los ecosistemas ahora en la actualidad. Argentina debe calcular su diversidad marina, terrestre, el potencial de absorción de carbono de sus bosques y otra serie de beneficios indirectos. Falta voluntad política, se tiene que invitar a las Universidades Nacionales que tienen la capacidad de hacerlo.
¿Han tenido conversaciones con el gobierno argentino respecto a esta propuesta?
Sí, tuvimos conversaciones con diversos actores del gobierno nacional como el ministro de Economía, el ministro de Ambiente, y con otros actores. Creo que el gobierno argentino está presentando un título o una idea, pero no tienen ninguna conversación oficial con el FMI respecto a esta dimensión. Hay conversaciones informales, pero en la negociación con el FMI esto no aparece. De momento, lo que tenemos son declaraciones retóricas del presidente, pero no hay una propuesta técnica que articule las medidas para negociar condicionalidades con el Fondo respecto a la política ambiental. En parte porque tienen muchos deberes por hacer.
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Tenemos entendido que el FMI está interesado en esta propuesta. De hecho, no es una propuesta nueva. Cuando comenzó la crisis del Covid, el FMI planteó que una manera con la que los países ricos podrían contribuir con la acción climática sería con la condonación de deuda. El problema es que, por un lado, el FMI habla de la necesidad de un reinicio de los sistemas financieros, pero verdaderamente no ha cambiado y no ha incluido ninguna condicionalidad ambiental en cualquiera de las 12 reestructuraciones vigentes. Y los países no tienen ni la estructura, ni el conocimiento, ni la capacidad de hacer este proceso. Entonces, hoy la realidad es que el FMI, con sus viejas prácticas, sigue castigando a los países que quieren hacer transiciones ecológicas. Porque es más caro hacer esas transiciones. Y segundo, a países como la Argentina les dicen que tienen que reducir emisiones en paralelo a una baja del gasto público y una suba de productividad, lo que es completamente contradictorio. Lo que nosotros proponemos es una conversación amplia para poder presentar una propuesta de largo plazo en la que el FMI vea en la Argentina un caso testigo con el cual después pueda hacer esta clase de operaciones en otros países de ingresos medios.

El problema de Argentina es que debería cerrar un acuerdo con el Fondo antes de marzo. ¿Le parece factible poder incluir esta propuesta en estos plazos?
Siempre hay plazos para abrir otras negociaciones. Creemos que hoy no sería factible una propuesta de esta naturaleza en el corto plazo porque, de hecho, las negociaciones no las están contemplando. Pero sí creemos que se pueden establecer condiciones necesarias para eventualmente crear un bono que establezca cómo monetizar los servicios ecosistémicos.
La alternativa de acción climática es una de las que está ganando más interés en el FMI
Sería un acuerdo posterior al que se está negociando actualmente. ¿No quedaría condicionado?
No, es perfectamente factible porque incluso en el contexto de las negociaciones actuales el FMI también entra en una posición de extrema fragilidad. Hay una serie de factores políticos que hacen que haya otros espacios de negociación de acá al 2023. El FMI requiere un amplio consenso para darle credibilidad a las reestructuraciones internacionales y la comunidad internacional está viendo al caso argentino como un caso testigo para ver cómo se van a reestructurar otras deudas en la pospandemia. Porque, la verdad, es que muy pocos países tendrán la posibilidad de poder pagar.
Al inicio de la charla le mencionaba que algunas de nuestras fuentes nos contaron que se habían reunido con Georgieva y que ella manifestó su acuerdo con esta propuesta. ¿Ustedes pudieron dialogar con ella al respecto?
Sí, nosotros pudimos hablar con el FMI desde febrero de 2021. La alternativa de acción climática es una de las que está ganando más interés, están muy interesados. Ya hubo muchos intercambios con los expertos del Fondo y con su nueva unidad climática. Ellos tienen un gran expertise en el tema, pero con países pobres altamente endeudados que tienen mucha vulnerabilidad climática. Lo que sí es nuevo para ellos es negociar cuestiones climáticas con países de ingresos medios como la Argentina.
Hace un rato mencionaba la diferencia entre la retórica del FMI y el paso a la práctica. ¿Esto tiene que ver con la reticencia del Directorio que está representado por los países más desarrollados?
No, en el Directorio hay mucho interés. Hay que tener en cuenta que muchos países desarrollados están en deuda con el acuerdo de Copenhague que tendría que haberse efectivizado en 2020. En 2009, los países desarrollados se comprometieron a poner 100 mil millones de dólares para financiar a los países en desarrollo para que estos puedan invertir en acción climática. Ese dinero todavía no apareció. El problema es que en 2025 todos los países tienen que volverse a reunir para actualizar ese número, porque fue fijado en 2009 con una ciencia climática que ahora tiene 12 años de retraso. Y uno de los números de los que se habla como posible actualización es 4,5 billones de dólares, es decir, un número 40 veces mayor al anterior. Porque tenés más eventos climáticos que son mas caros y una crisis energética y una crisis de producción del uso del suelo más cara de reconvertir. Entonces, estos países están interesados en condonar la deuda porque no van a poder poner estos recursos sobre la mesa. Es también una oportunidad para ellos. La pregunta es si los países desarrollados están en condiciones de hacer esos cálculos de manera transparente para redirigir esos recursos.
¿Quién va a ser el que termine fijando ese número para cada país?
El FMI generalmente negocia con determinados países. Va a ser una discusión que se va a tener que dar en el plano académico, científico y político. El FMI va a necesitar hacerlo desde ese lugar porque hoy no existen las condiciones políticas para que el Fondo tenga la suficiente legitimidad para imponer sus métricas. Deberá ser validado por expertos de Naciones Unidas. Hacer estos cálculos requiere de un presupuesto y de una gran cantidad de material humano.
Glasgow no fue una buena cumbre para los países del sur porque les deja más obligaciones para reducir emisiones, pero no hay obligaciones para los países del norte de entregar dinero
El Papa Francisco es una de las voces más importantes dentro de la comunidad internacional en relación a la temática ambiental. ¿Qué rol le ve en esta discusión?
Él viene trabajando la cuestión de la deuda ecológica desde 1998 y desde que es Papa ha sido uno de los primeros temas que ha planteado. En Laudato Si es la primera vez que la Iglesia establece un concepto que había estado en algunas líneas teológicas de Leonardo Boff y la teología de la liberación en Brasil a partir de la cumbre Río 92. Desde ese contexto, Francisco en el Documento de Aparecida toma conciencia de la deuda histórica. De cómo los países del norte fueron saqueando recursos naturales para su revolución industrial e incluso desde la etapa colonial. Siendo un Papa latinoamericano, entiende muy bien la historia de la extracción de recursos naturales. También establece que la crisis de la deuda soberana está relacionada con la crisis climática. En el Documento de Querida Amazonia habla de la crisis de la deuda ecológica y lo establece de nuevo en una carta que le envía al FMI en abril del 2021. Lo vuelve a repetir en otra carta al G20 y lo vuelve a hacer ahora en Glasgow donde habla de que existe una crisis casi terminal de las deudas financieras y que la mejor solución es una condonación de las deudas. Es una voz muy consistente y va evolucionando en su mensaje. El rol de Francisco en esta conversación es clave. Él sube la calidad de la argumentación, pero también empuja a varios países para que establezcan esto como agenda propia. Si uno se pone a analizar, los países con mayor nivel de deuda son los que tienen más diversidad biológica y son los que tienen más pobreza y son mayoritariamente de religión católica. Entonces, tenés un frente geopolítico que está empujando este tema desde Latinoamérica, África y el sudeste asiático. Es un rol muy activo que busca generar un movimiento donde se entienda a la política ambiental desde un punto de vista de gestión ambiental.
¿Tienen diálogo directo con él?
Tenemos diálogo con distintas instituciones del Vaticano, con distintos sectores relacionados a esta escuela de pensamiento, con distintos actores del Vaticano, eventualmente con Su Santidad. Tenemos diálogo con distintos Cardenales y Obispos que también están empujando esta línea de trabajo. El Vaticano es mucho más que el Papa.
[Balance de la COP26: a mitad de camino entre la “culpa ambiental” y la Realpolitik]
¿Qué balance hace de la COP26 y cómo ve el rumbo de la política ambiental en el mundo?
Glasgow no fue una buena cumbre para los países del sur porque les deja más obligaciones para reducir emisiones, pero no hay obligaciones de los países del norte de entregar dinero. Nos vamos de Glasgow con menos confianza en el proceso, sin plata y con más compromisos que no se van a cumplir. La gran pregunta es: cómo se va a cumplir todo lo que se resolvió y además hay elementos que no se resolvieron. Por ejemplo, el fin a los subsidios de los combustibles fósiles. O el cambio de India respecto a la salida del carbón porque justamente no le dieron financiamiento para hacer la transición. Es una mala COP en términos de metas reales, pero es una buena COP desde objetivos más claros. Ahora lo que se necesita hacer en la próxima cumbre en Egipto es que estas metas puedan tener fondos o reducción de deuda. Si los países del sur fuerzan la conversación sobre la condonación de la deuda y logran que se convierta en un reconocimiento de las deudas ecológicas, esto puede cambiar la conversación de tal manera, que los países del sur puedan desarrollarse. El gran cuello de botella está en la discusión de quién le debe a quién. Ahí es donde Glasgow no resolvió esa pregunta. Pero también se tiene que definir en 2025 cuáles van a ser las nuevas metas de transición. Y si la comunidad internacional acuerda un comité técnico que establezca cómo esa financiación se puede dar, ahí hay una oportunidad importante para que el canje de deuda pueda tener un espacio formal legal en esa discusión.
Para cumplir con las metas del Acuerdo de París entonces considera que esta propuesta tiene un lugar preponderante.
Es la única alternativa. Por un lado, porque no tenés países que quieran poner dinero y, por el otro, tenés países altamente endeudados. Si no se puede abordar la crisis de las deudas soberanas y públicas, no se puede abordar la crisis climática. Muchos países se están dando cuenta de eso. El Club de París ya lo ha dicho y hay conversaciones con el FMI para establecer algunos mecanismos. Es una conversación que ya está abierta. Nosotros tenemos que elevar esa conversación para que países como la Argentina estén mejor preparados para una negociación que se va a dar indefectiblemente.
