Hoy considerada una actividad altamente contaminante, la ganadería podría utilizar los desechos animales para transformar en valor algo que, en principio, es un costo.

En el marco del amplio debate mundial sobre emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que coincidió hace algo más de un mes con la COP26, la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático en Glasgow (Reino Unido), diversos paneles en la Cumbre y también las redes sociales se colmaron de presentaciones y comentarios enfocados en la ganadería como una actividad generadora de gas metano y por tanto, siendo parte de este problema global.
Los defensores de esta actividad tradicional, en cambio, argumentaban acerca del impacto menor de los desechos en materia de emisiones y las oportunidades que presenta para combatir la pobreza extrema y el hambre, en un escenario en el que se mostraban partidarios de mitigar sus efectos nocivos en busca de la neutralidad del carbono.
Pero más más allá del debate, que claramente no se ha zanjado aún, la tecnología actual ofrece alternativas muy eficientes para el tratamiento de los desechos animales. La estrategia es avanzar en el biogás, para transformar los pasivos ambientales en activos energéticos.
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Justamente, ése es el eslogan de BGA- Biogás Argentina, una compañía con base en Zárate, provincia de Buenos Aires, que logró poner en valor lo que hace algo de una década era un problema sin solución aparente y que luego se convirtió en la primera planta en vender a la red energía generada a través de desechos orgánicos.
Todo comenzó en 2011 cuando dos estudiantes universitarios –Martín Pinos y Ezequiel Weibel– unieron voluntades e ilusiones en un proyecto que buscaba hacer algo con los residuos de la cama de pollo (el piso del corral) de la producción avícola de uno de ellos.
Esto le generaba problemas de logística por el manejo de los desechos y en especial en cómo sacar esos residuos de manera sustentable. La solución vino a través de la incubadora de proyectos tecnológicos y sociales IncUBAgro, de la Facultad de Agronomía de la UBA FAUBA).
Apuesta a la energía
Así comenzó a avanzar el proyecto de biogás, no sólo en base a la cama de pollo sino también trabajando en un feedlot, la actividad de engorde de ganado vacuno a corral con alimentos balanceados, que explotó en los últimos años y que genera grandes cantidades de desechos en un espacio relativamente reducido.
Aprovechando la materia orgánica del estiércol para generar energía, el biogás se basa en un proceso de degradación en cadenas cada vez más pequeñas, hasta que se llega a la molécula combustible más chica, que es el metano y clave en la generación de biogás.
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Cuando en 2016 el Gobierno nacional llamó a licitaciones para proyectos de generación de energías renovables (rondas RenovAr 1, 1.5, 2 y 3) se abrió una oportunidad para el biogás, aunque no fue lo que “explotó” literalmente en esa estrategia de generación. Los mayores logros se dieron, como todos saben, en energía fotovoltaica y solar. Sin embargo, desde BGA lograron en ese contexto vender energía a la red pública con proyectos de biogás de más de 50 kW.
El biogás está compuesto por metano (CH4) en un 55% a 70%, dióxido de carbono (CO2) y otros gases en pequeñas proporciones y se produce a partir de la fermentación de materia orgánica en condiciones anaeróbicas, esto es, sin presencia de oxígeno.
En la planta de biogás este ciclo natural de descomposición se produce de forma acelerada, en grandes contenedores sin aire exterior y en condiciones precisas de temperatura y agitación. Además de biogás estas plantas producen un subproducto, que es una suerte de biofertilizante, y puede aplicarse directamente en los campos, sin tratamiento previo.
El punto relevante, sin embargo, es que el biogás puede ser utilizado como combustible único en equipos de cogeneración de energía eléctrica y térmica o incluso en procesos térmicos en los que se requiera combustión directa en calderas.