Aunque un tercio de la matriz energética de la región proviene de renovables, la independencia de los combustibles fósiles parece un terreno escarpado hacia el futuro.

En cuanto a energías verdes, América Latina es una de las mayores consumidoras en el mundo. Aun así, la fuente más importante en la región sigue siendo fósil, y parece que, para varios estados, la transición hacia una matriz con “emisión cero” es más complicada de lo esperado. Si bien hay algunos países que han logrado este objetivo, la mayor parte avanza a paso lento e incluso, en algunos casos, retrocede.
Muy por sobre el promedio internacional (12%), casi el 33% de la energía latinoamericana proviene de “fuentes limpias”, en otras palabras, no se obtiene de la quema de carbón, petróleo o gas. Sin embargo, cuando se pone la lupa en la región, existen diferencias abismales. “Hay tres tipos de países respecto a energías renovables: los que siempre tuvieron un gran consumo de renovables, los que han generado políticas de transición recientemente, y los que basan casi toda su matriz en combustibles fósiles”, opinó en diálogo con EOL Inder Rivera, gerente de energías limpias del World Resource Institute, México.
Para los que no lo saben, la “matriz energética” es el conjunto de fuentes primarias que cubren la demanda para abastecer de electricidad y combustible a hogares, transporte, e industria. Sin embargo, en lo general, la transición se ha priorizado para el consumo residencial de energía eléctrica. Tanto la industria, como el transporte y construcción, han quedad en un segundo, tercer y cuarto plano en las estrategias de estos países.
La hidroelectricidad y América Latina
Hay más de diez países en América Latina que nunca consumieron tantos combustibles fósiles (comparado con otros sitios) para alimentar su matriz. La mayoría tienen más del 20% de su generación basada en renovables décadas antes de que se encendieran las alarmas por el cambio climático, y más de un tercio de la energía proviene de represas.
[Brasil se prepara para ser el primer país de la región con energía eólica offshore]
Casi toda América Central, Paraguay, Brasil y Colombia alimentan su matriz de la hidroelectricidad, y no han hecho políticas ni contundentes ni reciente en cuanto a una “transición”. En estos sitios prolifera el agua, son zonas con lluvias casi todo el tiempo. “Existe lo que llaman ‘los años húmedos’ en los que se supera la producción energética e incluso bajan los precios para el consumo”, dijo a EOL, Guillermo Koutoudjian, director de Integración, Acceso y Seguridad Energética en la Organización Latinoamericana de Energía (Olade). Sin embargo, el cambio climático ha representado un muro grueso que atravesar para el funcionamiento óptimo de esta fuente.
Esos países, en general, han centralizado su matiz en la hidroelectricidad combinándolo con combustibles fósiles, lo cual los vuelve vulnerables en tiempo de secas. “Un caso muy sonado es el de Colombia, en el que a veces tienen años con gran producción y los otros están mordiéndose las uñas porque tienen que importar gas”, contó Rivera.
En los años 70, en el mundo había una frecuencia de 10 sequías devastadoras (con pérdidas millonarias) al año, hoy en día esta cifra se duplicó. El último reporte del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) advierte que en varias partes de la región latinoamericana este fenómeno ya causa estragos. Los últimos dos años fueron de sequía, lo que representó que países como Brasil, Paraguay y Colombia tuvieran que gastar cifras millonarias en la importación de gas de países vecinos.
La punta de lanza
Hay algunos países que han impulsado su transición rápidamente. “Costa Rica, Chile y Uruguay son la punta de lanza en Latinoamérica”, opinó Koutoudjian. Sus estrategias consisten en un fuerte desarrollo de energía solar y eólica sustentado con “planes de transición sólidos y con un marco normativo muy preciso”. Incluso, países como Colombia promulgaron leyes de transición energética, lo que plantea una seriedad constitucional en la búsqueda de cero emisiones.
La postura ha sido desarrollar políticas dedicadas a buscar tres objetivos: emisiones cero, diversificación de la matriz y cobertura segura de la demanda energética. Por esto, la punta de lanza ha buscado una inversión de renovables sin dejar de lado la producción de combustibles fósiles. Ya que “sin backups fuertes, la intermitencia del propio sistema hace que en algún momento tengas que ayudarte con más energías de base”, explicó Koutoudjian. Esta postura ha sido una de las principales razones de crítica a los gobiernos latinoamericanos y del resto del mundo. “Están asfixiando nuestro planeta, movidos por sus intereses creados y sus inversiones históricas en combustibles fósiles, cuando las soluciones renovables más baratas generan empleos verdes, seguridad energética y una mayor estabilidad de precios”, denunció en un comunicado el secretario general de Naciones Unidas, António Guterrez hace un par de semanas.
[Uruguay: las claves del éxito del líder en energía eólica de la región]
Por otro lado, los países que van adelante en la carrera de la transición buscan una “generación distribuida”. En otras palabras, que las fuentes energéticas no estén centralizadas en algunos lugares, y que no tengan que recorrer largas distancias para abastecer a la población. Un problema que países como la Argentina tiene muy presente, ya que el transporte de combustible es una limitante importante hoy en día.
Finalmente, financiamiento es un tema delicado y determinante para impulsar la transición energética. Primordialmente, la infraestructura para el desarrollo de energías renovables se importa. Hélices, generadores, conversores y celdas fotovoltaicas son producidas en países como España, Alemania, Holanda y Estados Unidos, por lo que para Koutoudjian, la estabilidad macroeconómica ha sido un factor base en la velocidad de transición en la región.
Los mayores dependientes de combustibles fósiles
Según el “Hub de Energía de América Latina y el Caribe” del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), hay cinco países que tienen más de un 85% de dependencia de combustibles fósiles: Argentina, México, Venezuela, Surinam y Jamaica. A excepción de los últimos dos, el resto de los países poseen grandes fuentes de hidrocarburos y en sus proyecciones no está más que aumentar la explotación para los próximos años. Sin embargo, las razones son diferentes para cada sitio.
Tanto para Argentina como para Venezuela, la producción de gas y petróleo representan un medio de subsistencia en el mercado internacional, además de una forma de abastecer a la población. Son mercados que necesitan generación de divisas, por lo que esta es una opción para resolver un problema que “ven más cercano”. México, por otro lado, ha redireccionado su camino a la transición en la última administración. Para Samantha López, coordinadora de Energía en WRI México y Colombia, esto se debe a “la idea de que el petróleo y el gas son el motor del desarrollo en Latinoamérica” y que el motivo es más ideológico que técnico.
[Qué responsabilidad tiene Argentina en el calentamiento global]
Lo cierto es que, con el alza de los precios del gas y el petróleo, los países exportadores (o aspirantes a serlo) han acelerado el desarrollo de infraestructura para aumentar la extracción de combustibles fósiles. Tanto México como Brasil, Colombia, Argentina, Ecuador, Perú y Venezuela han buscado incrementar la exportación (o iniciarla) para aprovechar esta ventana de oportunidad. Una estrategia que el último reporte del IPCC advierte que estas “inversiones pronto serán activos varados”. Y parece un futuro irrevocable de no ser que existan planes sólidos para encausar esas ganancias hacia el desarrollo de renovables. Para Koutoudjian, en varias partes de la región estos planes son “una materia importante que reforzar y que la OLADE trabaja”. Sin embargo, dijo no tener una respuesta certera de cuál es la prioridad que consideran para las renovables.
En contraste, Guillermina French, miembro del equipo de investigación de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), comentó que la prioridad es clara y las energías renovables están relegadas. “En el caso de la Argentina, por cada peso que se presupuestó para energías renovables y eficiencia energética en el 2021, se destinaron a energías sucias 184 pesos”, comentó. Por otro lado, México ha detenido la subasta de concesiones para la transición, por lo que van más de tres años sin un incremento sustancial de renovables en el país. Las condiciones de estos países se ven sujetos a la oferta (de renovables) y demanda (de fósiles), un trajín del que parece imposible salir en el corto y mediano plazo.
Las principales sugerencias que WRI ha expuesto pare dirigir una mejor transición han sido: la generación de contrapesos para evitar la regresión a fósiles, y la elaboración de planes claros y asequibles en el mediano plazo. Por su parte, Olade trabaja en tres sistemas de integración energética regional: Siepac (para América Central), Sinea (para los países andinos) y Siesur (para Sudamérica). “Estos sistemas no están centrados en energías renovables, pero para nosotros es algo eventual. Nos parece que no puede haber un desarrollo de la matriz regional sin que los gobiernos se sienten a discutir temas de energía en la misma mesa”, comentó Koutoudjian.