A pesar del crecimiento en la exportación de petróleo del 109% y de gas en un 310%, las importaciones del 2022 también fueron las más altas de la historia y generaron un rojo de USD 4.470 millones.

La radiografía de la balanza comercial energética del 2022 presenta una serie de curiosidades que vale la pena analizarlas en profundidad. Tanto las importaciones como las exportaciones fueron las más altas de toda la historia argentina, quebrando los récords del 2013 y 2008, respectivamente.
Las compras de energía llegaron al pico histórico de 12.868 millones de dólares tras saltar un 120% de forma interanual, mientras que las ventas alcanzaron los 8.398 con una suba del 59%, dando como saldo un déficit de 4.470 millones, el más elevado desde el 2015 y el cuarto más alto de toda la historia.
Lógicamente, la disparada de precios internacionales en un año caracterizado por la Guerra en Ucrania, fue uno de los motivos que retratan este fenómeno. En ambos casos, exportaciones e importaciones, los doce meses del año presentaron subas de precio respecto al año previo. El precio de los productos energéticos exportados tuvo un alza promedio del 60% en los primeros nueve meses, para luego desacelerarse en torno a un dígito (promedio anual: 46,5%). En tanto, las compras externas de energía experimentaron un salto mayor (promedio 73,7%) que llegó a picos del 120% y nunca se mostró debajo del 26%. En conclusión, los datos arrojan un claro deterioro en los términos de intercambio energéticos que ya por sí solos podrían explicar la ruptura en la paridad de exportaciones e importaciones del 2021 (5.283 millones vs 5.843 millones).
No obstante, también es imprescindible indagar el desempeño de las cantidades comercializadas para poder interpretar la total complejidad de este resultado. El gran momento de Vaca Muerta generó un incremento en los volúmenes energéticos exportados del 6% en promedio y con saltos de hasta el 78% en algún mes. Por su parte, la economía local requirió mayores compras de productos energéticos al exterior con un aumento en torno al 32%, que tuvo sus mayores alzas en el primer semestre para, posteriormente, registrar caídas significativas durante los últimos cinco meses del año.
A la hora de desentrañar los productos involucrados, se observa la particularidad de cada situación. La suba de importaciones de gas (gas en estado gaseoso y GNL) tienen un altísimo peso en la variable precio, ya que los envíos de Bolivia se mantuvieron constantes al año previo y los buques de gas licuado comprados fueron incluso menores, con casi un 25% menos de entregas medidas en metros cúbicos. Aún así, las compras al país vecino pasaron de 965 millones a 1.692 millones y los gastos en GNL subieron de 1.178 millones a 2.567 millones.
La decisión no fue casual y se debió a los altísimos precios del GNL. En consecuencia, para sustituir ese faltante de gas, el Gobierno decidió recurrir a otros derivados del petróleo como el gasoil y el fueloil para abastecer al parque térmico o directamente a la importación de electricidad, todos componentes donde las cantidades sí se vieron incrementadas.
La importación de gasoil subió un 126% para llegar a los 4.626 millones de dólares, donde alrededor de la mitad se usó para las centrales termoeléctricas y el resto para el parque automotor y la maquinaria agrícola. El fueloil importado aumentó un 237% y llegó a los 678 millones, mientras que la electricidad comprada al exterior pasó de 306 a 773 millones (152%).
En cuanto a las exportaciones, se destacó el dinamismo del petróleo crudo que con la pujanza del shale se incrementó un 109% y llegó a los 3.857 millones de dólares en ventas externas. El gas natural también reflejó el boom de Vaca Muerta con un salto del 310% para exportar 652 millones en la totalidad del año. Y finalmente, la venta de carburantes pasó de 1.559 a 2.573 millones.