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Atucha III: el debate por el financiamiento y el precio de la energía generada

Apenas se firmó el contrato y todavía no llegó ni un solo yuan pero la omnipresente “grieta argenta” parece ya haberse metido en la nueva agenda energética. El Instituto Mosconi y el Grupo de ex secretarios salieron al cruce.
Atucha

El pasado 1 de febrero el Gobierno nacional anunció con bombos y platillos la firma del contrato para la construcción de la cuarta central nuclear, Atucha III, entre Nucleoeléctrica Argentina (NASA) y la Corporación Nuclear Nacional China (CNNC).

Es un entendimiento para  instalar un reactor de 1.200 MW en el Complejo Nuclear de la localidad de Lima, provincia de Buenos Aires, donde ya funcionan Atucha I y II. La obra requiere una inversión de USD 8300 millones y el financiamiento vendrá del gobierno de Pekín, aunque, como anticipó EOL, las negociaciones por los términos del crédito están lejos de finalizarse.

La tendencia mundial hacia las energías limpias y la transición energética, que está al tope de la agenda en materia de energía y medio ambiente, les da suficientes argumentos a los defensores de la energía nuclear para defender el proyecto.

Adriana Serquis, titular de la Comisión Nacional de Energía Atómica, señaló que hay una “revalorización creciente de la tecnología nuclear como componente necesaria para acompañar la descarbonización que plantea la transición energética, no solo por la baja emisión de gases de efecto invernadero, sino además por ser energía de base, estable y permanente”. Lo que se vio reflejado con el reciente giro europeo para otorgarle a la nuclear la etiqueta de “energía verde”.

Sin embargo, al conocerse los términos iniciales del acuerdo con China emergieron cuestionamientos de analistas sobre la conveniencia de encarar una obra de esta magnitud, en momentos de absoluta estrechez financiera del país.

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La lupa se posó en el costo de construcción, el precio del Kw/h generado en comparación a otras alternativas energéticas, el uso de una tecnología no suficientemente utilizada en Occidente, en el marco de las presiones de Estados Unidos y Europa por la avanzada china en Latinoamérica e incluso las posibilidades de exportación de la energía generada y el horizonte de acceso a divisas.

Ecuación económica

En una carta difundida a los medios el 10 de febrero los exsecretarios de Energía -Emilio Apud, Julio Cesar Araóz, Enrique Devoto, Alieto Guadagni, Jorge Lapeña, Daniel Montamat y Raúl Olocco- señalaron que “una central de esta naturaleza no debería haberse contratado sin previamente haber realizado un Estudio de Factibilidad Integral que asegure que la central es factible desde un punto de vista técnico, económico, financiero, tarifario y ambiental”.

Pusieron así el ojo en varios aspectos del acuerdo pero en el que destacan dos por su implicancia en la economía. Por un lado, dicen que los USD 8300 millones anunciados no son una inversión directa china, sino una obra realizada por una empresa china con financiamiento incluido, “que deberá ser repagada por la Argentina, quien asumirá íntegramente los riesgos inherentes a la operación”.

Y también hay que contabilizar otros gastos en pesos, como “gastos de administración e inspección de obra, o construcción de infraestructura local”. Es un monto que deberá sumarse al financiado por China y que “podría representar un 40% del total”, más los intereses devengados en los ocho años de construcción.

Al respecto, en una entrevista televisiva el exsecretario de Energía, Emilio Apud, consignó que “hoy el país no tiene los recursos financieros” para encarar la obra y explicó que el costo de una central nuclear “es entre 8 y 9 veces el de una alternativa térmica de gas natural”.

En cuanto al precio, Apud destacó que una vez construida Atucha III “se va a pagar hasta 3 veces lo que cuesta el kilowatt hora (Kw/h).

En el mismo sentido, el Instituto Mosconi que preside Jorge Lapeña, integrante del Grupo de ex secretarios, publicó un informe este viernes en el que cuestiona que “el contrato comercial firmado para adquirir a China una cuarta central nuclear no es procedente, ya que no se conocen sus estudios de factibilidad, no se conoce de dónde provendrán los fondos de contrapartida que se comprometen sobre el préstamo chino y no se incluye en un Plan Estratégico Energético de Largo Plazo”.

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Para los defensores del proyecto un punto a favor es la transferencia de la tecnología Hualong I del reactor, en tanto que José Luis Antúnez, titular de NASA, alabó “la transferencia de conocimiento para la fabricación de combustible nuclear con uranio enriquecido, que el país podrá dominar a partir del entendimiento con China”.

El debate tiene como trasfondo el acceso actual y futuro a las divisas, sin dudas, el talón de Aquiles de la economía argentina desde hace medio siglo.

Fuentes de NASA estiman que la nueva central podría generar más energía que El Chocón, y que con el aporte de la nueva central al Sistema Argentino de Interconexión (SADI) la participación nuclear llegará al 10% de la matriz energética.

Pero no es un bien transable, aunque permitirá a futuro un “ahorro” de dólares en términos de sustitución de importaciones. No obstante, en economía también juegan el tiempo, la oportunidad y el uso racional de los recursos (financieros) escasos.

Mientras el gasoducto Néstor Kirchner, que llevará el gas de Vaca Muerta a varias provincias, con posibilidades incluso de exportación a Brasil, estará finalizado promediando 2023 y una central térmica a gas tarda unos dos años en construirse, el plazo de 7 u 8 años planteado para Atucha III, suena a muy largo plazo para las urgencias argentinas.