Muy popular en localidades del interior profundo que no cuentan con gas por red, se trata de un recurso renovable cuya utilización es vista con cada vez mayor recelo en pos de preservar los bosques nativos.
El ojo porteño promedio puede hacer que la leña y el carbón sean vistos únicamente como insumo recreativo. Dicho de otra manera aún más terrenal: para el asado del domingo al mediodía. Sin embargo, en varios puntos de nuestro país tienen una injerencia significativa para la generación de energía, fundamentalmente en lo que hace a la cocción de alimentos y a la calefacción.
Detrás de la producción y comercialización de este insumo, subyace un entramado que combina la escasez de registros actualizados sobre la producción forestal y su consumo posterior –lo que resulta, en parte, de la existencia de un mercado con un alto grado de informalidad– una resistencia ecologista al uso de los bosques nativos, una pugna con el sector ganadero en torno a la utilización de la tierra, falta de infraestructura en el suministro de gas por red y el reclamo de políticas públicas que ordenen una producción sustentable de la que una gran cantidad de usuarios se sigue valiendo al día de hoy y se seguirá valiendo el día de mañana.
“Más del 50% de la madera que se consume en el mundo es para energía. Y la energía la dividimos entre la hogareña y la industrial. Sobre todo en la parte tropical, es muy importante para cocinar, mientras que para calefaccionar es muy importante en las zonas de bosques templados, o nuestro sur, por ejemplo”, explica el ingeniero forestal Martín Sánchez Acosta.
El hecho de no contar con gas por red en muchos puntos del territorio argentino, hace que la leña sea un insumo esencial para la generación de energía. Según un informe de la demanda doméstica de leña y carbón en localidades de Santiago del Estero, Catamarca, Tucumán y Córdoba, de diciembre de 2013, realizado por un grupo de ingenieros forestales del INTA, el consumo de leña a nivel país se concentra, en casi un 80%, en las categorías de cocción de alimentos, asado y calefacción, respectivamente. Ese mismo informe estima que, para ese año, 319.652 hogares consumían leña con dichos fines, de lunes a viernes.
“En épocas de crisis, si bien no se puede demostrar en forma sistematizada, el consumo de leña y carbón se dispara y más aún en un contexto en el que se quitan los subsidios al gas y la electricidad, como ocurrió con el anterior período de gobierno”, dice Gonzalo Rafael de Bedia, técnico agrónomo e ingeniero forestal con base en Santiago del Estero. Remarca que, en determinadas regiones, el valerse de energía para la dinámica cotidiana en un hogar “no es una cuestión de conveniencia, sino de accesibilidad. En un hogar con más de un núcleo familiar, compran una bolsa de carbón, la dividen en tres y cocinan. ¿Cómo hacés eso con una garrafa?”.
Iniciativas como el Plan Calor 2021, impulsado por el gobierno comunal de Esquel (Chubut) que alcanza a 780 familias con 5 metros cúbicos de leña para afrontar el invierno dan cuenta de una necesidad en hogares de nuestra Patagonia para calefaccionar su hogar. No obstante, no se conocen cifras exactas sobre la cantidad de usuarios que hacen uso de ella en zonas frías y en las que no hay una infraestructura dada para suministrar el gas por red.
La posibilidad de fraccionar la leña hace que su consumo sea más sencillo, sin embargo, aclara Gonzalo de Bedia, al momento de hacerse con la leña o el carbón, estos no corren la misma suerte. En el caso de la leña, existe un circuito informal muy alto y, en definitiva, las dificultades de acceso a ella por parte del usuario son mayores en comparación a lo que ocurre con el carbón. “La leña tiene un circuito de logística bastante trunco, en contraposición con el carbón, que cuenta con un sistema de logística y distribución mucho más organizado, prácticamente a nivel país”, agrega.
En un documento publicado por el analista energético Alejandro Gallino, bajo la esfera de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), dice que “tradicionalmente, el consumo de leña se acentúa en los hogares rurales próximos a las fuentes de abastecimiento. Desde el punto de vista de la eficiencia energética, es más conveniente utilizar leña que carbón. Pero usar carbón se justifica cuando se consideran los costos de transporte, ya que con el flete de 1 kg de leña se trasladan entre 2.500 y 4.000 kcal, mientras que con el de 1 kg de carbón se trasladan 7.000 a 8.000 kcal. Además, el carbón es más cómodo para cocinar, por la menor generación de humo y por la velocidad para generar brasas”.
Bosques nativos y producción
Salta, Santiago del Estero, Chaco y Formosa son, según datos el 2017 del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, las provincias que más superficie de bosques nativos tienen en la Argentina: 8.280.162 hectáreas, 7.108.203 hectáreas, 4.920.000 hectáreas y 4.387.269 hectáreas, respectivamente. En ese marco forestal es que la región norte del país se transforma en el principal epicentro productivo en materia de leña y derivados.
En cuanto a la producción, en 2017, se registró a Chaco, en primer lugar, con 721.531 toneladas de leña; San Luis, con 104.416 toneladas; Entre Ríos, con 65.160 toneladas, y Salta, con 29.117 toneladas, entre las primeras cinco provincias productoras.
En un contexto mundial que experimentó un incremento progresivo de la producción de combustible de leña, entre 2007 y 2017, Argentina presentó, entre esos mismos años, una merma acumulada del 9,7 %, que representa 159.633 toneladas menos de producción al año.
En la actualidad, y desde 2007, rige la Ley N° 26.331 de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos, que lo que tiene como propósito proteger las especies de flora y fauna que habitan en ellos, prevenir las inundaciones, la erosión, los incendios, y evitar el avance de la desertificación, así como también garantizar que los bienes y servicios que ofrecen los bosques –entre ellos la leña– continúen disponibles en el futuro, entre puntos centrales de la normativa.
“Los forestales decimos que los bosques nativos –sostiene Sánchez Acosta– se pueden y deben aprovechar. No los tenemos que tener para mirarlos y nada más. Hay mucha gente que dice no, los bosques no los toquemos, pero se olvidan que hay gente que vive en el bosque y del bosque. Nuestra formación hace que sepamos cuánto se puede sacar del bosque manteniéndolo a perpetuidad, pero eso que es la renta del bosque hay que aprovecharla. Es como que vos estés desperdiciando un beneficio que te da un recurso natural renovable por el solo hecho de que haya una tendencia a decir que esto no se toca”.
En la perpetuidad de los bosques radica una de las cuestiones clave en la discusión en torno al uso de los bosques. Ambos ingenieros forestales consultados coinciden en que lo fundamental es saber que la dendroenergía –obtenida a partir de biocombustibles sólidos como es la leña– se trata de un insumo que manejado en forma correcta es un modelo sostenible.
Sánchez Acosta asegura que el acceso a los bosques está cada vez más restringido: “Antes uno podía ir a buscar leña a cualquier lugar y ahora está mucho más reglamentado”. A partir del avance de “la idea de que tiene que haber un manejo de los bosques, de que hay que hacerlos sustentables, lo primero que surge es decir que la gente no entre y saque cualquier cosa, lo que a veces se podría hacer, pero en forma ordenada”. En consecuencia, ante la presión de parte de grupos ecologistas, en el afán de preservar la integridad absoluta de los bosques nativos, surgen las plantaciones forestales.
Si se quiere, más enfático, Gonzalo de Bedia dice, en cuanto al recurso de bosque nativo que hay en Argentina, que “si se acaba es porque lo usamos mal. Se acaba cuando le metés topadora, fuego y cadenas, ahí sí”. La cuestión, insiste él, es que valiéndose en forma ordenada de la posibilidad que ofrece el bosque, “en treinta años vos tenés el monte recuperado”.
De cualquier modo, entiende que la ley no significa un obstáculo para el desarrollo de este sector. Sí lo puede ralentizar, “pero el obstáculo real es la falta de apoyo y estrategia política. No hay una campaña de promoción de la dendroenergía y biomasa a nivel nacional. No puede ser que un calefón a leña, que son dos tachos y un quemador, sea más caro que un calefón que tiene componentes en bronce y termostato”.
En definitiva, considera él, el debate pasa por dónde uno posa su atención al momento de cuestionar ciertos consumos energéticos, su impacto en el ambiente. “El desmonte es lo que hace pelota a los bosques, no el aprovechamiento forestal. Cada vez que nosotros hablamos de leña o carbón tenemos que salir a validar tecnología y formación técnica. ¿Cuándo se ve que el sector latifundista que hace siembra directa salga a validar el impacto ambiental que genera?”, sostiene y se pregunta en forma retórica.
Ambos hacen referencia al caso de la provincia de Misiones, en la que hay una ley que determina la prohibición de uso de leña del bosque nativo. Normativa a la que Gonzalo de Bedia considera “absurda”. A raíz de un gran consumo de leña para secar tabaco y yerba, y el Gobierno empezó a repartir plantines de eucalipto para que lo utilicen como leña, señala Sánchez Acosta.
Jujeño de origen y hoy viviendo en Santiago del Estero, Gonzalo de Bedia dice que tuvo la posibilidad de vivir en Misiones durante cuatro años. “En ese caso no se trata de una relación que responda tanto a la situación económico-social del usuario. Tuve la posibilidad de vivir ahí cuatro años y vi que, en casas de mediano y alto poder adquisitivo, está la cocina a leña pegada a la cocina a gas. Inclusive, los termotanques a leña son muy comunes en la zona de Misiones”. Ante la ausencia de gas por red, la leña está a la par del gas envasado.
Tipos de madera y tecnologías
En la actualidad, la fuente principal de dendroenergía proviene de bosques nativos, y el 85% de su superficie total se encuentra en la región chaqueña. Aquellos bosques que son implantados son pino y eucalipto. Según de Bedia, la calidad de estos dos no tiene comparación con el quebracho blanco de los bosques nativos que se encuentran en la zona de Chaco y al que describe como “una mercadería de exportación premium a nivel mundial”.
Por otra parte, Sánchez Acosta subraya que la energía de la madera se mide por las calorías por kilo que da. “Al medirse por kilo, todas las maderas tienen, más o menos, las mismas calorías. En el caso del quebracho necesitás un cubo chico, mientras que con el eucalipto necesitás un cubo más grande. Pero un kilo de eucalipto tira 5.600 kcal y el quebracho tira 5.700 kcal, aproximadamente”, dice.
En cuanto a su logística, remarca que “si bien hablamos de leña, la madera es fácil de moverla a granel”. Hace mención al pellet, “que es como si fuera un lápiz en trocitos para poder manejarlo a granel a nivel hogareño”. Muy poco incidente en el ambiente, consiste en una briqueta de madera que tiene dos componentes, la celulosa y la lignina. Al aplicarle presión y temperatura, esa lignina se plastifica y se le da la forma que uno desea, “lo que por lo general es chorizos chicos o grandes, y cuando se enfría queda con esa forma y no tiene ningún aditivo. Es un boom a nivel mundial. Se suelen colocar en bolsas de 18 kilos, o cantidades parecidas, y las venden en los supermercados”.
Huella ambiental
“Cualquier proceso de combustión fósil es pura emisión, sólo emite. Sin embargo, la madera tiene un plus, que primero capturó. Se considera que cada tonelada de árbol captura una tonelada de carbono y encima libera oxígeno. Cuando vos quemás esa madera, estás volviendo a mandar carbono a la atmósfera, pero esta compensado con lo que capturó antes”, dice Sánchez Acosta.
Ambos hacen referencia a que el impacto que del humo que genere la combustión depende también, en definitiva, de la tecnología con la que se cuente. Así como existen, por ejemplo, estufas que con una computadora dosifican el pellet con un termostato y esto mantiene un hogar todo el tiempo con la misma temperatura en forma automática, en contraste también existen una mayoría de hogares que no cuentan con este tipo de tecnología ni para calefaccionar ni para cocinar. Probablemente, en matera residencial, la imagen más habitual sea la de una chimenea que esté lejos de contar con una oxigenación óptima, lo que termina redundando en mayor nocividad para el ambiente y la salud de la persona.
A su vez, en el objetivo de lograr una mayor eficiencia energética en el uso de la madera, también tienen incidencia los hábitos cotidianos del consumidor como puede ser la correcta instalación y limpieza frecuente del ducto (que debe estar derecho) por el que pasan los gases. Uno de los elementos fundamentales al momento de quemar es el de usar leña seca, ya que, de lo contrario, las primeras calorías se gastan en evaporar el agua que tiene en el interior. En Chile, por ejemplo, asegura Sánchez Acosta, al día de hoy existen certificaciones de leña, que ponen límites a los niveles de humedad de la leña utilizada.