El futuro del diseño promete eficiencia en el uso de energía sin comprometer la calidad de vida de los hogares. Las oportunidades de la Argentina en la materia.
La arquitectura pasiva es un camino poco conocido fuera de Europa, principalmente de Alemania, pero plantea un formato novedoso y muy simple que apunta al cambio de matriz energética. “Se trata de gastar menos, de ser más eficiente”, dijo Paolo Massacesi, coordinador general del Instituto Passivhaus en Argentina a EOL. Esta promete eficiencia, salud y confort, ya está en la Argentina y puede ser una opción para el futuro del país.
Argentina es uno de los países en la región que usa más energía. En las últimas semanas, se ha hecho evidente que las olas de calor generan estragos por el excesivo consumo. Según el ministerio de Energía, un hogar en el país gasta entre 150 y 300 kilowatts por mes. La arquitectura pasiva lograría bajarlo a un máximo de 30. Es decir, un ahorro del 90%.
No se trata de tecnología carísima ni la sofisticación convencional. El camino por el que va la arquitectura pasiva es el de edificios que encuentren gastar menos energía con el mejor resultado. “Imagina tener una casa a 24 grados cuando afuera hace más de 30 sin necesidad de prender el aire acondicionado”, cuenta Massacesi.
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Son construcciones que desde su diseño calculan la cantidad de sol, lluvia y corrientes de aire que puedan recibir; es una obra ingenieril en efecto sofisticada. Los estándares de este tipo de casas permiten tener un flujo constante de aire en todos los espacios sin necesidad de prender un ventilador. Por la noche o incluso en invierno, esta corriente es cálida y reduce el uso de estufas o calentadores.
Resulta que este instituto de origen alemán y ya instalado en América Latina desde hace 12 años es el único que certifica a arquitectos y proyectos para lograr la eficiencia. En números esto representa reducir un 90% del gasto convencional, entre otras bajas como la del gasto de agua, y mejoras como la calidad del aire.
Cómo es una casa pasiva
Es como un globo que trata de aislarse lo más posible del exterior. Lo central es “el pulmón de la casa”, un sistema de ventilación que intercambia el aire del exterior por el del interior, esto sin que la temperatura varíe mucho.
“Supongamos que dentro de la casa hay 20 grados y afuera supongamos casi cero grados. Cuando hacés el intercambio, el aire sale a dos grados y el aire que entra a la vivienda entra 18”, cuenta el coordinador de Passivhaus.
Además de esto, el sistema de ventilación tiene un sistema de filtros que limpian el aire. “En Europa se está implementando en las escuelas, los niños tienen un mejor desempeño por el simple hecho de tener mejor calidad de aire”, informa un reporte de evaluación de Passivhaus España a finales del año pasado. En ese país hay más de un centenar de casas que cubren los rigurosos estándares de la certificación.
En general, los materiales son de origen orgánico: para los muros se usa madera y en lugar de cristales para las ventanas se buscan materiales resistentes como la celulosa. Las ventanas y los muros son dobles y hay aire entre las dos; un aislante sencillo pero eficaz. Además, hay ventanas y compuertas especialmente diseñadas para mantener el calor o liberarlo dependiendo de las condiciones del momento.
Es aplicable en la Argentina
La respuesta sencilla de si está tecnología podría aplicarse en Argentina es sí. Aunque llevan solo cuatro años, el Instituto Passivhaus Argentina ya trabaja en seis proyectos del estilo en Capital Federal, Córdoba, Mar del Plata y Río Negro. Sin embargo, hay varias limitantes.
Hay que tener en cuenta algo importante si pensamos en la arquitectura pasiva como una forma de reducir el consumo energético: la mayor demanda energética es en las ciudades donde ya hay edificios construidos ¿qué hacemos con ellos?
Resulta que hay otros métodos que buscan restaurar edificios construidos para acercarlos “lo más posible” a las casas totalmente diseñadas con arquitectura pasiva. La certificación que los avala se llama Enerphit. “En Europa esto ha crecido mucho más que construir nuevas casas. Es más flexible en cuanto a estándares y es mucho más barato”, cuenta Masssacesi.
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En Buenos Aires hay un caso del estilo. La Escuela Otto Técnica Krause está reconvirtiendo un edificio de 124 años en un espacio eficiente con el uso de energía y que promueva la salud de sus estudiantes. Passivhaus Argentina informó que “ahora estamos dando seguimiento al proyecto para que pueda pasar la certificación Enerphit y en poco tiempo podremos ver los resultados”.
Por otro lado, Bárbara Lantschner, arquitecta certificada por Passivhaus opina en conversación con EOL que “principalmente los códigos de edificación en la Argentina no siguen los principios de eficiencia energética, y resulta en edificios mal aislados: fríos en invierno, calurosos en verano y con facturas de energía exorbitantes”.
Massacesi confiesa que la arquitectura pasiva en la Argentina está dirigida “a clases medias para arriba” por lo que tampoco puede verse hoy como una solución al alto consumo energético. “Pienso que es necesario cambiar el modo en el que se gestiona la energía en el país para abaratar algunos costos (…) Lo más caro ahora es el sistema de ventilación, los demás materiales se consiguen en el país”.
Agrega que los costos energéticos en el país no representan un “desafío para el bolsillo” como pueden tener los países europeos, lo que convierte al recambio de viviendas por unas más eficientes “una voluntad filantrópica más que una inversión”. En el país, “tampoco existe un marco regulatorio muy definido para la inclusión de energías alternativas como la solar, lo que también dificulta su reproducción”.