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Un golpe en el medio del mar: el impacto de la eólica offshore en el ambiente marino

En medio del boom que está experimentando esta fuente energética, nos adentramos en el Mar del Norte para conocer la experiencia de Bélgica sobre los efectos que la eólica offshore tiene en su fauna marina.

El Banco Mundial identificó un recurso eólico offshore de más de 71.000 GW a lo ancho y largo de todo el mundo, lo que la ubica como una de las fuentes energéticas más cruciales a futuro en lo que hace al proceso de descarbonización y que, por lo tanto, más expectativa reúne. En algunos países, como es el caso de los europeos, al contar con cada vez menos espacio en tierra para levantar parques eólicos, la conquista se traslada al mar inevitablemente.

Desde el Global Wind Energy Council aseguran que apenas se está “rascando la superficie del recurso” offshore de esta fuente. El sector cerró el 2020 con una capacidad instalada total de 35 GW, con China y Europa como los principales protagonistas. Según los últimos pronósticos, el crecimiento anual de su potencia instalada debería pasar de 6.1 GW a 80 GW en 2030, con la meta de lograr 380 GW operativos en 2030 y 2.000 GW en 2050.

Con el objetivo de adentrarnos más en la naturaleza de este tipo de tecnología ubicada en el agua, EOL dialogó con Steven Degraer, biólogo marino belga, doctor y docente especializado en ecología marina, conservación y uso sostenible de los recursos marinos. Se parte de la premisa ya sabida de que, si hablamos de explotación de recursos naturales costas hacia dentro, la industria petrolera genera efectos nocivos en términos de calentamiento global, lo que no ocurre en el caso de la eólica. Sin embargo, eso no quita que el hecho de que colocar un molino en medio del mar tenga consecuencias o efectos en el ecosistema dado. En definitiva, consiste en llevar una estructura de material donde antes no había nada.

“La industria del Oil & Gas es vista como perjudicial para el medio ambiente, mientras que las renovables son vistas como positivas en este sentido. En términos de cambio climático, sin duda hay una gran diferencia entre ambas industrias, pero al ver los efectos de la eólica offshore en el ecosistema marino, los impactos son prácticamente los mismos”, dice.

Al día de hoy, existen tres tipos de sistemas de base de aerogeneradores tradicionales dentro de la industria eólica offshore, siempre dentro de los sistemas de base fijados al suelo: el monopilote, la cimentación por gravedad (Gravity Base System) y el jacket. Tres tipos de cimentaciones que pueden variar en materiales utilizados y la profundidad en que las bases están colocadas. Se estima que las estructuras de soporte de los molinos representan cerca de un 35% de los costos totales y que la mayoría de la tecnología instalada al día de hoy son de tipo monopilote.

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Desde ya que este tipo de fuente energética no genera emisiones de GEI, “aunque existe cierta contaminación en la eólica offshore, como puede ser a partir de ánodos de zinc de sacrificio que se utilizan para contrarrestar la corrosión, por lo que hay metales pesados que se llevan al mar, al mismo tiempo que estas estructuras están pintadas y terminan llevando restos de pintura al agua y a los ecosistemas marinos”, asegura el especialista belga, al hilar más fino en los efectos que esta tiene en lo que ocurre debajo del agua.

De cualquier modo, dice que al momento es muy escaso el conocimiento que existe sobre el nivel y tipo de contaminación que puede generar la pintura y los ánodos de zinc. Eso sí, “aunque haya muy poca investigación al respecto, sabemos que es un efecto que no es positivo”, remarca.

Degraer prefiere hablar de efectos deseados y efectos no deseados en el ambiente marino. Dentro de los no deseados, el que más resalta es el de los niveles de sonido producidos durante el proceso de colocación de la estructura. “Los altos niveles de sonido son particularmente dañinos para los mamíferos. Al momento de la colocación de la estructura, de un diámetro de cuatro metros, los mamíferos que viven en el agua pueden alejarse hasta 20 kilómetros de allí a modo de evitar los daños del sonido. Al momento que se deja de golpear en la colocación, suelen volver”, explica.

Anclándose en su conocimiento particular del Mar del Norte, sostiene que, si fuera una sola estructura que habría que cimentar, sería un trabajo de unas horas y el ambiente marino estaría calmo nuevamente, pero ese no es el caso. “Después de colocar una estructura –repara–, se pone otra y otra. Si ya hay un parque construido, se va a otro lugar del Mar del Norte, en donde se hace lo mismo, por lo que siempre hay niveles altos de sonido”.

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A su vez, señala que una de las principales diferencias entre la offshore del Oil & Gas y la eólica es que los aerogeneradores cuentan con campos electromagnéticos ya que producen energía eléctrica. Hay cables que van de una turbina a otra y luego a una plataforma transformadora y toda esa energía después tiene que ser transportada a la orilla mediante un cable aún mayor. Al hacer mención a esto no subraya en lo negativo de este elemento, pero sí insiste en el punto inicial que él considera que no hay que perder de vista y es que, al estar llevando una estructura al agua, un impacto siempre va a haber. En muchos casos, aún es muy temprano para determinar con certeza si puede ser más bien positivo o negativo para el ecosistema marino y precisamente en ese sentido es que buscan avanzar las investigaciones.

Medidas de mitigación

En la actualidad, señala Degraer, se está buscando desarrollar sistemas que disminuyan los niveles de sonido al momento de colocar la estructura, a través de distintos tipos de acción que permitan una reducción del sonido generado durante el martilleo de la base, como pueden ser las cortinas de burbujas de aire. “Es un bombeo de aire a través de aire que está en la circunferencia de la estructura en el fondo del mar. Las burbujas suben hacia la superficie y entonces se genera una suerte de, como se suele llamar, cortina de burbujas. Se estima que pueden absorber cerca del 75% la energía que implica el golpe y así se reducen los niveles sonoros”, dice.

Otra de las medidas que se pueden utilizar es la de, previo a comenzar con la colocación de la estructura en el fondo del mar, asustar a los mamíferos a través de dispositivos acústicos disuasorios, de modo que se alejen del área en el que se trabajará. “Puede ocurrir que si un mamífero está muy cerca del área en que se está martillando pierda por completo su audición”, explica. No obstante, los mamíferos no son los únicos que pueden verse afectados ya que los peces muchas veces mueren si están cerca del área en que se está construyendo.

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Al margen, hace mención a las aves, las cuales ya han sido origen de repetidos cuestionamientos por parte de ambientalistas. La posibilidad de colisión con las turbinas existe tanto en la eólica terrestre como en la offshore.

“Por último –agrega–, algo que a veces se lleva adelante pero no siempre es la disposición de observadores de mamíferos marinos que escanean en busca de la presencia de estos animales antes de comenzar a martillar”. De acuerdo a lo que dice él, estas medidas ya se están llevando adelante en el Mar del Norte Belga y son requisitos para que la empresa operadora pueda hacerse con la aprobación medioambiental. “En la actualidad, este tipo de acciones de mitigación del impacto en el mar son obligatorias”, sostiene.

En paralelo, como otra medida de prevención de las especies marinas, el gobierno belga determinó que, entre los meses de enero y junio, no puede realizarse ningún trabajo de instalación en aguas, debido a durante esa época del año se registra la mayor densidad de delfines en esa área.

Apropiación de lo artificial

“Una vez que todo está instalado, el único sonido que se produce es el de la vibración que genera la turbina y, por supuesto, el de los barcos de mantenimiento que entran y salen del área. Al parecer, ese sonido no resulta dramático para alguna de las especies. Incluso, una vez que el aerogenerador está en operación, estos resultan atractivos para algunos mamíferos, como el caso de las focas, ya que hay muchos peces que se acercan a las turbinas en busca de los arrecifes artificiales y las focas se alimentan de peces, entonces ahí es donde van a ir”, explica Degraer. En suma, de alguna manera, la dinámica del ecosistema se ve modificada y con la aparición de estos arrecifes artificiales, una gran cantidad de animales se ven atraídos por esta nueva estructura.        

En este sentido, explica que “hay un impacto que está vinculado con la creación de arrecifes artificiales a partir del hecho de llevar una estructura al agua que, por supuesto, no es natural”. El fenómeno no es negativo ni positivo en sí, dice, “simplemente ocurre”. Y si hubiera que ubicarlo entre los efectos deseados o no deseados de la eólica offshore, probablemente se inclinaría por ubicarlo entre los primeros.

“Es habitual, al menos en el Mar del Norte, ver que estas estructuras estén instaladas en ambientes arenosos, con lo que se está creando la posibilidad de que especies de sustrato duro y de orillas rocosas empiecen a colonizar esas estructuras”, continúa. Con ello, alrededor de la estructura comienzan a aparecer organismos y crustáceos como el percebe, también moluscos y luego se acercan peces como el bacalao. Termina convirtiéndose en algo así como un “hot spot de comida rápida” para una gran cantidad de especies, sintetiza el científico belga.

Ante la pregunta de si existen esfuerzos por parte de este sector en prevenir impactos de tipo negativo en los ecosistemas marinos, él sostiene que “hay mucha atención puesta en encontrar modos de mitigar los impactos y se invierte en este tipo investigaciones”. Pero advierte sobre una problemática que se da en simultáneo “y es que la evolución de estas acciones de mitigación de impacto evoluciona al mismo tiempo que también lo hace el tamaño de las turbinas. La reducción sonora debería ser cada vez mayor, pero, en simultáneo, el sonido que se genera al martillar estructuras más grandes es también mayor”.