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Fracaso de la política energética alemana: por abandonar la nuclear, subirá el consumo de carbón

La decisión basada en un supuesto criterio ambiental, terminará generando una contaminación mucho mayor.

El terremoto que derivó en el accidente nuclear japonés de Fukushima en el año 2011 significó un punto de quiebre en la política energética alemana que, once años después, deja a las claras un evidente fracaso en términos ambientales, económicos y productivos.

En ese momento, debido al impacto que significó la noticia del incidente, la ex Canciller Angela Merkel decidió prácticamente en soledad que su país abandonaría progresivamente el uso de la energía nuclear por el peligro que implicaba en términos ambientales.

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Paradójicamente, a pocos meses de que se apaguen las últimas centrales que permanecen en pie en el país teutón, la matriz energética mostrará un perfil mucho más contaminante. Si bien Alemania inició un exitoso camino de fuentes renovables, ahora deberá incrementar la generación eléctrica a base de carbón, la tecnología de mayores emisiones de gases de efecto invernadero.

El plan de Merkel siempre fue utilizar al gas ruso como el back up necesario para cubrir la intermitencia de las renovables. De ahí la construcción de los dos gasoductos submarinos que incrementaron notablemente la dependencia energética alemana.

Lógicamente, la guerra de Ucrania tiró por la borda esta estrategia y pone a Berlín en una situación sumamente crítica. Obligado a tener que importar gas a un precio mucho mayor, todo el aparato productivo alemán entra en crisis y se ve afectado en su competitividad en los mercados internacionales.

Pero como el gas no es suficiente para abastecer a todo el sistema, el incremento del carbón se presenta como una necesidad imperiosa que va a contramano de todos los anuncios del Acuerdo de París y de la última cumbre climática de Glasgow donde se fijó el fin de la era del carbón para 2030.

Ahora, el actual Canciller Olaf Scholz ratificó la continuidad del cierre de las centrales nucleares que no generan emisiones contaminantes, otorgan electricidad a un precio muy bajo por la amortización de estas plantas que funcionaron durante décadas y evitan una dependencia importadora hacia cualquier combustible.

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La conveniencia de la nuclear en este contexto adverso se hizo tan evidente para el resto de Europa -que en un principio había acompañado la decisión de Merkel-, que finalmente Bruselas dio marcha atrás y le otorgó el estatus de “energía verde” a esta tecnología, con todos los millonarios beneficios que eso implica.

Para Francia, por ejemplo, se trata de un pilar en su transición energética ya que su matriz está cubierta en un 75% por energía nuclear y es por eso que es uno de los menos afectados por las restricciones del gas ruso.