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La nueva Guerra Fría entre EEUU y China por la energía nuclear

Ambos países anunciaron la construcción de centrales nucleares, anticipando que la carrera por la hegemonía global se juega en el terreno energético.

Mientras la República Popular China ya anunció que avanza a paso firme hacia su independencia energética a través de la construcción de 150 nuevas plantas nucleares para 2035 y el manejo de los residuos utilizando una nueva y revolucionaria tecnología, Estados Unidos quiere mantenerse en carrera y dar pelea por la hegemonía mundial.

Su estrategia es redoblar la apuesta y construir 300 reactores modulares de baja potencia (SMR, por su sigla en inglés) y ponerlos operativos y conectados a la red de aquí hasta 2050.

Ambos países están muy enfocados en la transición energética y moviendo sus fichas hacia las energías renovables, pero también hacia la fisión nuclear, aunque el fenómeno está lejos de ser un juego calmo y armonioso en el gran ajedrez internacional.

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Cada vez más, estos cambios en el sector energético se parecen a la carrera armamentística e incluso la carrera espacial que tuvo lugar entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Pero en esta Guerra Fría de nuevo cuño, modelo siglo XXI, Pekín parece estar tomando la delantera y no solamente en materia económica.

Según informó días pasados la directora ejecutiva del Instituto de Energía Nuclear de los Estados Unidos, Maria Korsnick, los reactores a construirse son de baja potencia y en conjunto aportarán unos 90 gigavatios adicionales a la generación eléctrica del país.

El dato fue consignado esta semana por el periódico español El Confidencial, aclarando que, en contrapartida, los 150 reactores nucleares chinos sumarán 147 gigavatios, pero además lo harán en 2035, quince años antes que los Estados Unidos.

Dos propuestas en pugna

Hay claras diferencias entre las dos iniciativas, por un lado de costos de construcción y operaciones, pero también en cuanto al emplazamiento, la versatilidad y los residuos que generan.

La estrategia estadounidense – reactores modulares de baja potencia- surgió luego de algunos fracasos en la construcción de grandes plantas nucleares convencionales por parte de distintas empresas. Así, maduró la iniciativa de ir por los SMR, con una potencia de unos 300 megavatios, contra los más de 1000/1100 megavatios de un reactor convencional.

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Pero también hay una cuestión de construcción y costos. Los SMR son más compactos y simples que las grandes centrales, lo que además supone que sean más económicos en su construcción y mantenimiento. Los SMR cuestan de USD 1000 a USD 3000, contra los USD 6000 a USD 12.000 de los tradicionales.

Por otra parte, los SMR se producen en serie en una fábrica y luego se trasladan e instalan allí donde van a operar. En cambio, las grandes plantas nucleares deben construirse en su localización específica y sus reactores no pueden desarmarse e instalarse en otro lado, como sí ocurre con los SMR. Esto sin mencionar que la propia construcción en serie que prevén los estadounidenses, contribuye a reducir de forma importante la huella de carbono y su impacto ecológico.

Pero en esta nueva carrera nuclear China está desarrollando un “arma secreta”, que le daría una ventaja comparativa. No se trata, ciertamente, de un arma en sentido literal sino de un aspecto clave de la generación de energía nuclear que cambiaría el paradigma conocido hasta el momento.

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Pekín afirma haber desarrollado un sistema que permite reutilizar los residuos radiactivos de las centrales nucleares como nuevo combustible apto para esas mismas plantas. La nueva tecnología crea un ciclo infinito para el uranio, evitando la generación de residuos radiactivos, cuyo tratamiento y deposición es el talón de Aquiles de la energía de fisión nuclear.

Se trata de un desarrollo científico complejo pero, en pocas palabras, consiste en un acelerador lineal de partículas de gran potencia, una suerte de cañón que dispara un haz de protones de onda continua. Se dispara sobre un elemento pesado, que los analistas creen que podría ser bismuto recubierto de una capa de material fisible (torio-232 o uranio-239).

Allí se liberan neutrones que van a un segundo reactor de fisión, donde hay residuo nuclear, que absorbe los neutrones y se convierte nuevamente en uranio fisible, explican los investigadores Thomas Corvette y Peter Singer en una reciente edición de Defense One, una publicación de análisis geoestratégico y militar. Este avance científico ya fue probado con éxito en un prototipo, lo que pone a China a la vanguardia para lograr su objetivo de carbono cero.