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Qué son las pérdidas y daños, el centro de discusión de la última COP

Atender los daños irreversibles se vuelve un tema fundamental para incluir en la agenda climática, pero a qué nos referimos y cuál es la situación.

Uno de los logros más destacados que se alcanzaron durante las dos semanas de negociación en la Conferencia de las Partes (COP 27) en Sharm El-Sheij fue la creación de un fondo para cubrir las pérdidas y daños que el cambio climático ha generado. Esta fue una decisión trascendental por tres razones principales: es un paso más para acercarse a cumplir el Acuerdo de París, también es un paso más para financiar los golpes del cambio climático y porque los más beneficiados de este fondo son los países del sur global.

“Este resultado nos hace avanzar”, dijo Simon Stiell, Secretario Ejecutivo de ONU Cambio Climático al término de la COP 27. “Hemos determinado un camino a seguir en una conversación de décadas sobre la financiación de pérdidas y daños, deliberando sobre cómo abordamos los impactos en las comunidades cuyas vidas y medios de subsistencia han sido arruinados por los peores impactos del cambio climático”.

Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de pérdidas y daños?

En la actualidad, existen diversos impactos generados por el calentamiento global, y en consecuencia, por el cambio climático: inundaciones más frecuentes e intensas, olas de calor, tormentas y aumento del nivel del mar.

Aunque hay algunas poblaciones que han logrado adaptarse a estos cambios, en muchos casos, esto se convierte en algo imposible. Muertes, tierras fértiles, cambios permanentes en el hábitat y muerte de ganado son algunas de las consecuencias irreversibles. A estos impactos económicos y sociales se les denomina “pérdidas y daños”.

En el artículo 8 del Acuerdo de París “se reconoce la importancia de evitar, reducir al mínimo y hacer frente a las pérdidas y los daños relacionados con los efectos adversos del cambio climático, incluidos los fenómenos meteorológicos extremos y los fenómenos de evolución lenta, y la contribución del desarrollo sostenible a la reducción del riesgo de pérdidas y daños”.  Estos pueden ser económicos o no económicos.

Las pérdidas económicas incluyen las pérdidas financieras sufridas por las empresas, como la prolongada ola de calor y la sequía en América del Sur, que reducen el rendimiento de cultivos clave, afectando a los medios de vida de muchos agricultores.

En ese caso, en el país, este año se logró sembrar tan solo un 37% con respecto a años anteriores y únicamente un 11% se encuentra en buen estado según el último informe de la Bolsa de Comercio de Rosario. También puede significar la pérdida de propiedades e infraestructuras, como los hogares inundados y destruidos por los fenómenos meteorológicos extremos en América Central o en Pakistán.

Por otro lado, las no económicas pueden incluir la pérdida de tradiciones culturales, conocimientos indígenas, biodiversidad o servicios ecosistémicos. Esto puede derivar en migraciones, o el consumo de tradiciones en diferentes partes del mundo.

Hasta el 2022 este punto era relegado de la agenda internacional, sin embargo, la última conferencia dio un giro que se buscaba desde la COP anterior en Glasgow. En noviembre pasado, la discusión llegó a la mesa principalmente impulsada por los países del sur global. Un papel protagónico lo llevó el grupo de negociación de los países insulares. Al ser territorios compuestos por islas, son de las regiones más vulnerables y con más impactos irreversibles.

Mia Mottley, la primera ministra de Barbados, parte de aquel grupo de negociación, describió la inclusión de las pérdidas y los daños como “un logro importante por el que hemos estado luchando durante muchos años”, pero apuntó a otros desafíos por venir.

“No lograremos concluirlo [en Egipto]”, añadió Mottley. “Pero el hecho de que lo hayamos incluido en el orden del día reconoce que países como el nuestro, que no han contribuido en gran medida a la emisión de gases de efecto invernadero, no deben abarrotar su espacio fiscal para poder financiar la reconstrucción tras un acontecimiento climático traumático”.

Por su parte, Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas reiteró: “Las pérdidas y los daños no pueden seguir escondiéndose bajo la alfombra, es un imperativo moral, es una cuestión fundamental de solidaridad internacional y justicia climática”

Algunas promesas

El canciller alemán, Olaf Schulz, había anunciado 170 millones de euros (172 millones de dólares) para la polémica propuesta del “Escudo Global”, un fondo para pérdidas y daños creado por el norte global. El jefe de estado irlandés, Michéal Martin, también ha dicho que su país destinará 10 millones de euros al fondo.

Austria prometió contribuir con 50 millones de euros a la lucha contra las pérdidas y los daños durante los próximos cuatro años, según informó su Ministerio del Clima a Reuters en la conferencia. Bélgica anunció que aportará 2,5 millones de euros para pérdidas y daños en Mozambique.

Nicola Sturgeon, primera ministra de Escocia, anunció un compromiso de 5,8 millones de dólares, lo que eleva su compromiso total a 8,6 millones, tras las contribuciones realizadas en la COP 26 de Glasgow el año pasado.

Estos países son los pocos que se han comprometido a financiar las pérdidas y los daños, uniéndose a Dinamarca, que había prometido 13 millones de dólares a los países en desarrollo en septiembre. Aun con todas estas iniciativas, resolver este tema está lejos de cubrir la cuota. Se calcula que para 2030, las pérdidas y los daños inducidos por el cambio climático en los países en desarrollo costarán un total de 290.000 a 580.000 millones de dólares. Por lo mismo, se espera que la COP genere mecanismos más efectivos para cubrir este punto. En marzo, la comisión encargada del fondo de pérdidas y daños se reunirá para elaborar una hoja de ruta con lineamientos para discutir la siguiente COP en Dubái.