Inicio Oil & Gas Aseguran que a Occidente le llevaría una década reemplazar el petróleo ruso

Aseguran que a Occidente le llevaría una década reemplazar el petróleo ruso

Ante la falta de proveedores confiables capaces de aumentar su producción de crudo, el embargo estadounidense difícilmente pueda ser acompañado por Europa continental.

A pesar de la inédita tensión política entre Occidente y Rusia por la invasión a Ucrania, sus relaciones comerciales respecto a los productos energéticos están condenadas a continuar como si nada hubiera ocurrido.

Según Ryan Sitton, un respetado ex miembro de la comisión encargada de regular la industria petrolera en Texas, demandaría entre cinco y diez años “reemplazar los 10 millones de barriles que produce Rusia en la actualidad”.

Lo concreto es que más allá de las gestiones desesperadas de último minuto con otros países productores para evaluar la posibilidad de que incrementen su producción, no hay serios candidatos que permitan alzarse como nuevos proveedores energéticos de Occidente y cortar con la dependencia rusa.

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Si bien trascendió que Estados Unidos envió una misión a Caracas para acordar el levantamiento de sanciones a Venezuela, en el sector desconfían de las metas planteadas por Maduro y sostienen que, por lo destruida que quedó la industria petrolera venezolana, se necesitarían casi diez años para recuperar los niveles de producción previos a la crisis.

La república bolivariana es el país con más reservas de petróleo del mundo, pero su producción se vio desplomada en la última década al pasar de 3,2 millones de barriles diarios a menos de medio millón.

Otra de las grandes potencias en materia petrolera es Irán, pero hasta que no llegue a un acuerdo nuclear con Occidente -lo que quedó postergado nuevamente luego de la última reunión entre las partes-, continuará vetado de los mercados internacionales.

Por su parte, la industria en Estados Unidos plantea serias dudas respecto a la posibilidad de incrementar fuertemente su producción, lo que quedó claramente demostrado que es factible por sus inmensos recursos no convencionales.

El problema, por un lado, pasa por la desconfianza hacia una administración que llegó a la Casa Blanca con un discurso anti petrolero y anti fracking que ahora se ve obligada a guardar en un cajón, pero que posiblemente busque retomar una vez normalizada la crisis.

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Por este motivo, por las grandes deudas que vieron acumuladas las empresas petroleras en los últimos años y por la expectativa del aumento de la tasa de interés que sin dudas encarecerá el costo del canal financiero, sin el cual será imposible subir la producción, es que las firmas muestran una preponderancia hacia una toma de ganancias que aproveche los precios actuales, más que a una nueva oleada de endeudamiento para satisfacer los deseos productivos del gobierno de Biden.

“Estamos en una emergencia y tenemos que aumentar responsablemente el suministro a corto plazo para estabilizar el mercado y minimizar el daño a las familias estadounidenses”, dijo la secretaria de Energía estadounidense, Jennifer Granholm, casi como una súplica hacia la industria en su exposición durante el CERA Week.

Otro de los interesados en aprovechar esta oportunidad es Canadá que, viendo la desesperación de su vecino del sur, no sólo salió a ratificar su capacidad de incrementar las exportaciones de crudo, sino que también ofreció reflotar el proyecto del oleoducto Keystone XL, que fue dado de baja por los demócratas debido a los cuestionamientos ambientales.

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De todos modos, más allá de la necesidad cortoplacista, empiezan a surgir voces en los Estados Unidos que alertan sobre el riesgo de romper relaciones con Rusia. Suponiendo que en varios años Europa logre reemplazar el petróleo y el gas ruso mediante otros proveedores, China aprovecharía la situación al monopolizar las compras a Moscú y, de este modo, ganar una posición de mucha más fortaleza que le permita reducir los precios notablemente.

“China está realmente en una muy buena posición porque ahora, como el único cliente de Rusia, puede casi comandar los precios que quiera pagar por el petróleo excedente, ya que no existen otros compradores”, sostiene Sitton.

Se trata de una cuestión estratégica para los Estados Unidos en su lucha económica con Beijing. Hasta el momento, la única ventaja de la industria estadounidense era poder contar con un costo energético mucho menor al que se proveía la industria china. Pero de abaratar sus insumos energéticos, el gigante asiático lograría un salto de competitividad ideal para terminar de constituirse como la primera economía del planeta y seguir conquistando mercados.