Al aumento del 52% de las tarifas se suma un posible desabastecimiento que empieza a afectar en la imagen del presidente.
La crisis hídrica que atraviesa Brasil obligó a que el gobierno de Jair Bolsonaro comience a implementar medidas de racionamiento del consumo energético que pueden complicar su reelección. Con una tarifa eléctrica sin subsidio por parte del Estado, la ciudadanía teme que la situación se agrave y, que además de tener que afrontar los ajustes tarifarios –que ya acumulan un alza del 52% en lo que va del 2021–, tengan que sufrir restricciones en el abastecimiento.
El bajo caudal de agua en la Cuenca del Paraná llevó a que Brasil tuviera que incrementar la operación de las termoeléctricas para la generación eléctrica. Como ha explicado EOL, la injerencia hegemónica de la hidroeléctrica en la matriz de Brasil hace que, en un contexto de sequía –signado por una ausencia de precipitaciones que deja expuesta a la deforestación– el país deba recurrir a otras alternativas más caras para el suministro eléctrico.
Hasta el momento, el ministerio de Energía no había recaído en la demanda al momento de pensar en medidas restrictivas. El foco había estado puesto en la producción, sin embargo ahora lanzó el programa de Reducción Voluntaria de Demanda de Energía destinado a grandes consumidores que prevé la reducción de la demanda en horarios pico, con el propósito de prevenir apagones en los usuarios residenciales, cosa que incluso no está descartada por la magnitud de la sequía.
“Cualquier gobierno sufre al momento de plantear una comunicación de campaña cuando hubo una escasez en la energía o un aumento en las tarifas. Bolsonaro lo va a sufrir de ambas maneras”, considera Marco Bastos, analista político brasilero, anticipándose al costo político que pueden llegar a tener las medidas que implemente el presidente, de cara a una reelección en 2022.
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En el plano ambiental, sumado al hecho de nunca haber mostrado una postura enfática contra el avance de la deforestación, el mandatario brasilero también sabe que al no poder contar con el recurso de la hidroeléctrica y recurrir a las termoeléctricas, logra que su matriz genere más emisiones de GEI, al mismo tiempo que se encarecen los costos de producción.
“Es poquísimo el subsidio del Estado, por lo cual el aumento en los costos de producción de las termoeléctricas se traslada a los usuarios automáticamente. Es una noticia muy negativa para Bolsonaro y va a tener un impacto electoral muy fuerte”, agrega Bastos, en diálogo con este medio.
Por otra parte, con la sequía el riesgo de incendios en muchas zonas se ve incrementado. Así ocurre en la zona del Pantanal, o “lo que solía ser el Pantanal y hoy es la zona sojera del país, donde los estados de Paraná, Mato Grosso, Mato Grosso do Sul y Goiás”, remarca. Esto genera un impacto en la agricultura, ya que hay menos agua disponible.
Según un informe de la plataforma MapBiomas, entre 1991 y 2020, se ha producido una reducción del 15,7% de la superficie hídrica total del país. “La pérdida de 3,1 millones de hectáreas en 30 años equivale a una vez y media la superficie del agua de toda la región noreste en 2020”, sostiene el estudio.
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A su vez, más allá de lo estrictamente electoral en cuanto a imagen política de Bolsonaro, el analista brasilero también entiende que esta situación que, como se ve, afecta a un amplio abanico de sectores repercute también en la imagen internacional del país. Lo que de algún modo se plantean varios países de cara a posibles sanciones por parte de Europa y los organismos internacionales, entre los que también se puede contar a la Argentina.
“La imagen que da el país es que no hace lo suficiente por combatir el cambio climático ni la deforestación en el Amazonas, y eso puede impactar en la exportación de proteínas animales brasileras”, advierte el analista brasilero.
