Se estima que será responsable del 31% de las reducciones de gases de efecto invernadero de acuerdo a los objetivos del Acuerdo de París para el 2050.
Si bien las energías renovables son las más atractivas y parecieran ser la clave en el camino a la descarbonización de las economías hacia el año 2050, existe otra forma de energía más silenciosa e invisible, la eficiencia energética.
No sólo podría contribuir a la reducción de las emisiones necesarias para alcanzar los objetivos propuestos en el Acuerdo de París, sino también brinda la posibilidad de actuar sobre la oferta y la demanda de energía, atenuando el crecimiento de la intensidad energética, sin comprometer el desarrollo socio-económico.
La Agencia Internacional de Energía, presenta anualmente el Escenario de Desarrollo Sostenible con distintas medidas que nos permitirían llegar a los objetivos de reducción de emisiones al 2050 (ver gráfico). En el mismo se destacan las iniciativas de eficiencia energética (franja de color lila) significando aproximadamente la reducción de un tercio del total de las emisiones (31% aproximadamente), teniendo mayor impacto en el corto plazo. Al compararla con las demás medidas, las energías renovables representan una reducción de los gases de efecto invernadero en un 35% (franja verde), el cambio de combustible un 11% (franja amarilla), 3,8% corresponde a la incorporación de energía nuclear (franja naranja), un 7,7% la captura y uso de carbono (franja roja) y un 11,5% otras acciones (franja gris).
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Reducir la cantidad de energía sin reducir la calidad de vida
Reducir la cantidad de energía requerida para proporcionar los mismos productos y servicios, es la eficiencia energética. En otras palabras, usar inteligentemente la energía, permitiendo disminuir el consumo, sin reducir la calidad de vida.
No hay una única solución, sino que incluye un conjunto de pequeñas medidas (la famosa milhojas de eficiencia energética), que se pueden implementar en diversos sectores (residencial, industrial, comercial, público, transporte, etc.), requiriendo o no de inversión.
Las acciones que no requieren de inversión se las asocia con los hábitos (uso racional de la energía) y son tan simples, como el hecho de apagar las luces en los ambientes que están desocupados. Por otro lado, hay otras que requieren de cierta inversión y se las asocia con la tecnología (eficiencia energética). Por ejemplo, considerar la etiqueta de eficiencia energética a la hora de comprar un artefacto. En algunos casos, los equipos eficientes resultan más caros que los ineficientes, no obstante, si consideramos los costos de operación, termina conviniendo optar por los primeros, ya que lo estaríamos recuperando en poco tiempo.
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A diferencia de las demás energías, estimar sus ahorros a veces resulta más complejo, ya que no proviene de una fuente de energía, como puede ser un parque fotovoltaico, que conociendo la potencia, se puede estimar la generación promedio de energía. Sin embargo, no sólo nos permiten reducir nuestro consumo energético, ahorrando energía y dinero y disminuir los gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático, sino también tiene otros múltiples beneficios asociados. Brindar mayor seguridad energética y acceso a la energía, mayor productividad, mejor calidad de aire, salud y bienestar, mitigación de la pobreza, impactos macroeconómicos, son otros de los beneficios de esta energía.
La eficiencia energética, es el recurso energético que todos poseemos en abundancia, el más rápido y económico de implementar, impactando de manera directa en la seguridad energética, el crecimiento económico y el ambiente. Además, tiene un rol fundamental en el cumplimiento de los objetivos de largo plazo.
