La Promoción Industrial en la isla pone el foco en la producción y el ensamblado, pero no atiende lo que puede ser una clave en la generación de divisas para el país: su potencial gasífero y la construcción del polo petroquímico.
“Creemos que hay un potencial enorme por ahora subaprovechado y la idea es que estos próximos 15 años sean un verdadero salto productivo para Tierra del Fuego, no solo en lo que ya se desarrolló, sino en nuevas actividades que se van a desarrollar”, dijo el ministro Matías Kulfas, días atrás, luego de que el Gobierno validara la extensión del Régimen de Promoción Industrial en Tierra del Fuego, junto a Alberto Fernández y el gobernador fueguino, Gustavo Melella.
Como parte de la medida, además de mantener la exención de impuestos nacionales (IVA, Ganancias, derechos de exportación e importación) el gobierno nacional creará un fondo con el aporte de las empresas para impulsar el desarrollo de otras actividades que le den sustentabilidad a la economía de la isla y así deje de depender de las prebendas nacionales. Sin embargo, este monto apenas llega a los $10.000 millones de pesos, con lo que poco se podrá hacer para continuar con la diversificación que venía encarando la isla desde la administración de Rosana Bertone hacia el gas natural.
Tal es así que, desde hace meses, la producción gasífera de Tierra del Fuego ha topeado la capacidad de traslado con la que cuentan los gasoductos, lo que obligaba a dar el siguiente paso hacia la construcción del tan prometido polo petroquímico para exportar gas con valor agregado vía fertilizantes.
Aunque está por detrás del vigor actual que muestra la producción en la Cuenca Neuquina –con Vaca Muerta como epicentro–, la actividad gasífera en Tierra del Fuego, dentro de la Cuenca Austral, es considerable. Con el agregado de que la provincia tiene una ubicación que puede ser fundamental en lo que hace la logística, de cara al mar. Es por esto que varios analistas dentro del sector energético plantean, desde hace un tiempo, el costo de oportunidad que significa privilegiar el ensamblado de productos importados antes que una actividad con ventajas comparativas como la gasífera.
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Consultado a propósito de la extensión de este régimen de promoción industrial provincial, Alejando Einstoss, economista y miembro del Instituto Mosconi, considera que “es una mala decisión del Gobierno”. Entiende que es una medida que “pudo haber tenido sentido en algún punto de la historia argentina”, pero hoy no le parece una herramienta productiva. Lo argumenta sosteniendo que este régimen de promoción “ha demostrado que no genera valor agregado. Los fondos públicos deberían ser aplicados, quizás, a otros destinos”.
En cuanto a la posibilidad de que esté latente una oportunidad de estimular de algún modo el potencial energético de la isla, él entiende que la industria de la energía en Tierra del Fuego no requiere subsidios adicionales o políticas promocionales. “Esas actividades deberían desarrollarse a partir de oportunidades de mercado y la rentabilidad debería guiar el flujo de inversiones. Tierra del Fuego tiene la ventaja comparativa de producir energía a precios bajos y competitivos. Ya tiene, del otro lado de la frontera, a Methanex, que utilizaba gas de Tierra del Fuego para producir metanol. El circuito de negocios empieza a estar armado”.
No obstante, según su visión, hay una problemática que atraviesa a la realidad macroeconómica del país y que es el principal obstáculo para pensar en el desarrollo de un potencial de exportación o mayor producción a partir de hidrocarburos en este sitio en particular: “Me parece que la limitación que tiene la generación y el desarrollo de los proyectos a gran escala es el problema transversal que atraviesa a toda la economía argentina, que es el costo de capital, que hoy prohíbe el desarrollo de proyectos de inversión, junto con un nivel de incertidumbre que pone una barrera adicional. Mientras esa situación se mantenga va a ser muy difícil que los proyectos se desarrollen, aún con políticas de promoción sectoriales”, señala.
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Jorge de Zavaleta es director ejecutivo de la Cámara de la Industria Química y Petroquímica y reconoce que ha escuchado proyectos de polos petroquímicos en Tierra del Fuego, pero “nunca he visto un documento”. Dice que todo con lo que se ha topado y por lo que le han llegado a consultar tiempo atrás son meros trascendidos. “He escuchado versiones extraoficiales, pero nunca vi un documento”, insiste.
En lo que hace estrictamente a la posibilidad de pensar la elaboración de un polo petroquímico allí, menciona dos desarrollos distintos: producción de urea y producción de metanol, ambos a partir del metano, principal elemento en la composición del gas. En línea con lo que comenta Einstoss, de Zavaleta repara en que efectivamente Tierra del Fuego “es un gran productor de gas y cuando tiene permiso del Gobierno, exportan gas a Chile, al complejo petroquímico que produce metanol”. Aunque, remarca que este flujo “desde el 2007 está sufriendo cortes importantes durante el año”.
En definitiva, considera que Tierra del Fuego tiene credenciales para poder pensar escenarios de exportación de productos derivados. Al mismo tiempo que, en otros aspectos, la situación no está dada. “El metanol lo fabrican aquellos que tienen un gas relativamente barato y competitivo, o sea volumen y precio, lo que podría ser el caso de Tierra del Fuego”. En simultáneo, dice, “estás lejos y es todo para exportar. Necesitás un puerto químico para exportación y eso es un montón de plata. Probablemente se pueda. Todos estos proyectos existían extraoficialmente, pero nunca nadie avanzó. Evidentemente no deben dar los números”.
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Al margen, señala, “tenés que ver que el petroquímico que elaborás tenga buen precio internacional. Estamos hablando de una inversión de más de mil millones de dólares. Es cualquiera de estos dos proyectos, más el puerto”. En lo que hace específicamente a la urea, explica que se trata de un sólido y “tenés que cargarla en barcos graneleros sólidos. No podés venir en camión desde Tierra del Fuego, porque es un producto que no es caro y es altamente influenciado por la logística”.
Respecto a la posibilidad de construcción de una planta de licuefacción allí, de Zavaleta parte de la premisa de que son dos proyectos muy diferentes. “La petroquímica tiene una lógica y la planta de GNL tiene otra. Cuando hacés una planta de GNL, a lo mejor la asociás a un contrato de veinte años con China o India, por ejemplo. Mientras que si hacés un producto petroquímico, no tenés contratos de venta a veinte años. No existe eso. Vendés volumen. Son dos dinámicas de preciación y recuperación de la inversión diferentes”. Sostiene que “las dos son buenas”, pero claro está que gran parte de los problemas del desarrollo en la Argentina pasan por la necesidad extrema de divisas y las trabas en el acceso al crédito internacional, con lo cual si él tuviera que pensar en la realización de uno de los proyectos, después una pausa y teniendo en cuenta el valor que el gas que puede llegar a tener en los próximos diez o quince años de transición energética, dice: “a la del GNL le pondría una monedita más”.