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¿Qué tan blindada está Argentina de la crisis energética mundial?

El Gobierno asegura que, gracias a la implementación del Plan Gas, el país se salvó de pagar los precios de GNL récord que se están viendo en Europa y Asia. Sin embargo, para el invierno del 2022, hay una serie de alarmas que preocupan al sector.
Darío Martínez

Entre tantos problemas que acucian a las cuentas del Estado, el hecho de haber podido mantenerse al margen de la crisis energética que atraviesa gran parte del mundo, fue celebrado por el Gobierno, que no dejó pasar la oportunidad para comunicar la buena noticia y adjudicarse uno de los pocos logros de gestión que puede salir a publicitar.

“Cuando lanzamos el Plan Gas.Ar obtuvimos casi 70 Millones de M3 día de gas natural argentino, a un precio de 3,5 dólares, para los próximos tres años. Hoy, en el hemisferio norte, el GNL cuesta 29 dólares el millón de BTU y esa decisión inteligente de poner en marcha el Plan Gas.Ar nos ayuda a defendernos de esta crisis mundial”, destacó el secretario de Energía, Darío Martínez.

Además, consciente de que, si a la Argentina le tocara afrontar el escenario europeo actual, dijo que estaríamos en medio de “una crisis económica, financiera y social de magnitudes desconocidas”. Según lo que indica el secretario, el costo promedio anual del MW/h en el país gira alrededor de los 60 dólares cuando “en Europa está alcanzando los 200 dólares el MW/h, un nivel inalcanzable para Argentina”.

La génesis idónea del Plan Gas fue defendida a capa y espada desde un principio por un sector del oficialismo encabezado por Darío Martínez y el ministro Matías Kulfas, que empezaron a hacer gala de su decisión con los primeros récords de producción de Vaca Muerta y ahora, ante el escenario internacional, quedan mucho más fortalecidos.

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Como es sabido, la materia energética ha sabido ser el terreno de varios conflictos e internas dentro del oficialismo desde que asumió el mandato. Del mismo modo, el Plan Gas siempre estuvo ahí entre otro de los puntos que, como programa de subsidio a la producción, no generaba convencimiento absoluto en el sector más vinculado con la Vicepresidenta. Ya con bastante agua habiendo pasado debajo del puente, hoy la imagen parece ser la de un Martínez con una sonrisa leve y tímida, que se adjudica los resultados de un Plan Gas, mientras observa la escasez histórica que se da del otro lado del Atlántico.

En marzo pasado, IEASA importó GNL por 6 dólares el millón de BTU (aunque en los últimos buques debió reconocer un valor más cercano a 12 dólares), cuando hoy Europa lo está haciendo por 30 dólares, si es que logra hacerlo. Como contó EOL esta semana, las dificultades que tienen los países para hacerse con el GNL ya repercuten en los índices inflacionarios de varias economías como hace muchos años no ocurría. Está el caso de España, que en septiembre último registro una suba interanual del 4%, fundamentalmente a raíz de los costos energéticos.

De cualquier modo, el hecho de que el Gobierno hoy pueda inflar el pecho y jactarse de haber impulsado una herramienta como fue el Plan Gas, no quiere decir que no tenga que armar un complejo rompecabezas para conseguir gas en el invierno del 2022.

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Para ese momento, Argentina necesitará una cantidad de gas mucho mayor a la utilizada en 2021 por la lógica reactivación económica pospandémica. El problema es que, incluso considerando un escenario de altísima producción de Vaca Muerta, el existente cuello de botella en gasoductos hace que ese gas sea imposible de transportar desde la cuenca neuquina hasta Buenos Aires.

En ese sentido, Martínez dice que ser inteligente significaría “multiplicar la producción de gas natural que hoy pagamos USD 3,5 el millón de BTU, y construir los gasoductos que hagan fluir esa producción hacia los centros de consumo para reemplazar la importación de gasoil a USD 16 el millón de BTU que hoy queman nuestra centrales térmicas, y el GNL a USD 14 el millón de BTU (futuro mayo 2022) que aún debemos traer en invierno para completar el abastecimiento de nuestra demanda interna”.

Pero si bien el Presupuesto 2022, al momento, incluye la construcción del ducto Vaca Muerta-Salliqueló y la conexión de los gasoductos Centro Oeste y Noroeste, estos entrarían a operar recién dentro de dos años. O sea, por más que la producción gasífera continúe en alza, mientras que la infraestructura para llevarlo de un lado a otro no esté dada, el país se verá obligado a importar GNL y a atenerse a los precios internacionales.

Si el país importase gas por 14 dólares el millón de BTU, en línea con lo que vaticina Martínez –aunque IEASA estima que llegará a bajar hasta los 8 dólares– probablemente tenga que barajar un ajuste en tarifas por lo pronto mayor a lo que hoy pretende el kirchnerismo duro. Esos costos deberán ser trasladados de algún modo a la tarifa, al menos si lo que prima es el objetivo de cerrar un acuerdo con el FMI, el que repetidamente ha marcado su descontento con los cuantiosos subsidios a la energía.

De todos modos, aunque el ajuste tarifario sea mayor el de este año, es impensable que sea de tal magnitud como para anular el efecto de la disparada de precios que se está viendo en el mundo. Por lo tanto, el importar GNL a semejante precio, no solamente ocasionará un fuerte impacto en la balanza comercial, sino también en las cuentas fiscales, que tendrán que hacerse cargo del diferencial entre el precio comprado y el comercializado a nivel local.

En ese contexto, los márgenes de decisión del Gobierno serán mucho más limitados, al estar obligado a converger a un superávit fiscal para así poder empezar a pagar los altísimos vencimientos de la deuda que se avecinan.