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El plástico y los vestigios de una economía circular

Un Centro Vecinal de Córdoba marca el camino a seguir en esta industria que tantos residuos genera con derivados de petróleo. El proyecto de reciclaje que sostiene un banco de alimentos para asistir a comedores comunitarios.

Seguir la huella del plástico, desde el patio de una antigua escuela primaria en la ciudad de Córdoba -donde un Centro Vecinal recicla y vende mensualmente entre 1000 y 2000 kilos de material recuperado -para sostener, entre otras cosas, un banco de alimentos con el que asiste a comedores comunitarios- hasta la planta de procesamiento y disposición, puede mostrar que, en algunos puntos de la Argentina, la economía circular se torna una economía de escala, capaz de solucionar problemas complejos como la recuperación de bidones utilizados para fitosanitarios.

La primera mirada es simple: los integrantes del Centro Vecinal de Barrio Obrero, preocupados por el impacto de los residuos en el medio ambiente y la posibilidad de un reciclaje conjunto, comienzan a dar charlas de concientización en la plaza. Con la colaboración de la Fundación Ceipost, una organización no gubernamental que, entre otras actividades, fomenta el reciclaje, las charlas lograron su cometido. En 2019, comenzaron con la recolección clasificación y venta de material reciclable. Todos los sábados se reúnen para aplastar botellas, separar papel, o amontonar bidones de plástico de alta densidad en grandes bolsones blancos.

Los bidones de polietileno de alta densidad recuperados se vuelven, tras su puesta en valor, insumo para la fabricación de nuevos envases destinados a almacenar fitosantiarios. Starplastic, una empresa, ubicada en el Parque Industrial de Mi Granja, a 20 kilómetros del centro de la ciudad de Córdoba, reutiliza más del 90% del material reciclado en nuevos bidones. Dentro del proceso, el material reciclado queda encapsulado entre capas de “plástico virgen”. El producto final son los eco-bidones.

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El listado de material reciclado de los vecinos va mucho más allá que el plástico de alta densidad. El fibrón blanco en el pizarrón de la cocina, reparada con el dinero de la recuperación de materiales dice que mensualmente separan: 20 kilos de telgopor, 212 kilos de cartón, 37 kilos de nylon, 62 kilos de chapa, 536 de vidrio, 46 kilos de tomateras, 760 kilos de bidones, 100 de papel blanco, 320 de cartón, 420 de PET, 100 de papel mixto. Un total de 2625 kilos de material reciclable. Lo recaudado va de 30 a 40 mil pesos. Con eso sostienen las actividades del centro, y un par de años después, la plaza tuvo nuevos juegos. También crearon un banco de alimentos con el que ayudan a 12 comedores comunitarios de la zona centro sur de la ciudad.

Daniel Gloria Venturi, ingeniero jubilado, uno de los impulsores del proyecto cuenta que, según los cálculos que ellos realizan y, a partir del precio de mercado, a partir de la basura que producen 100 familias, en Córdoba se pueden reciclar 120 kilos diarios, que se traducen en unos 2000 pesos, que al final de un mes puede tomarse como un ingreso mínimo para una supuesta familia 101. En poco más de tres años, la actividad creció de forma considerable. En la entrada del edificio hay un jaulón en donde los vecinos depositan el PET. “Cuando empezamos se llenaba en tres o cuatro semanas, ahora tenemos que vaciarlo cada 48 horas”, dicen.

Como el espacio es pequeño, el volumen de los plásticos invade rápido el viejo patio de la antigua escuela donde funciona el Centro Vecinal. Regularmente, un camión de Starplastic llega a retirar los viejos bidones. “El volumen que nos proveen los centros verdes y centros vecinales en relación a nuestra capacidad de procesamiento es ínfimo. Sin embargo nosotros entendemos en proceso desde el punto de vista de la economía circular”, dice Hugo Mocagatta, gerente de la empresa.

Starplastic es en primera instancia fabricante de packaging de diferentes tipos de plásticos destinados a bebidas, aceites, cosmética, químicos o farmacología. “Hacemos desde una botella para aceite de oliva de 20 cc a tambores de 250 litros para la exportación de aceitunas. Y el esquema de circularidad lo aplicamos en la fabricación de envases multicapa para fitosanitarios”, cuenta.

El proceso de fabricación incorpora el plástico recuperado en una capa intermedia que es recubierta por material virgen, un insumo importado. “La idea de circularidad en este caso, además de tener su impacto ecológico nos posibilita a nosotros y al país ahorrar divisas”, afirma. Y si bien la incidencia del material provisto por los vecinos y otros centros verdes es ínfima en relación a la capacidad de procesamiento, el círculo económico y ecológico cierra a la perfección.

En una estrategia tendiente a expandir sus actividades, la empresa firmó recientemente convenios con la Fundación Campo Limpio para recolectar, acopiar y recuperar bidones de fitosanitarios en toda la provincia de Córdoba. Con ese objetivo invirtieron en maquinarias de última generación  y una nueva planta. Allí se lavan y recuperan los bidones usados para luego iniciar el proceso de peletizado y reconversión.

“El material recuperado queda encapsulado entre capas de material virgen. Y esos nuevos envases se destinan únicamente para fitosanitarios”, reafirma Moccagatta. El proceso de lavado incluye un tratamiento de efluentes. Los restos de material fitosanitario se transforman mediante el uso de químicos y bacterias en las plantas de tratamiento de residuos inorgánicos y orgánicos.

La Organización Mundial de la Salud clasifica en cinco categorías a los agroquímicos. Ia Extremadamente peligroso, corresponde a un etiquetado rojo; Ib Altamente peligroso, también con etiqueta roja;  II Moderadamente peligroso, amarillo; III Ligeramente peligroso, azul y IV productos que normalmente no presentan peligro, etiqueta verde. Sólo se recicla el plástico correspondiente a esta última categoría.

El problema de la proliferación de envases plásticos en la llanura pampeana recién comienza a encontrar canales de resolución. Sólo en la provincia de Córdoba, por año se utilizan unas 5500 toneladas de plástico de alta densidad. Según Starplastic están preparados para procesar ese tonelaje, ya que actualmente su capacidad operativa se encuentra en alrededor del 10%.

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La Fundación Campo Limpio es una organización no gubernamental gerenciada por las principales productoras de agroquímicos de la Argentina. Se creó a fin de cumplir con los requerimientos de la ley 27279, sancionada en 2016 por la cual, cada productor debe exhibir un certificado de disposición final de los envases utilizados para poder realizar una nueva compra.

Si bien la ley que regula el uso de envases en agroquímicos lleva más de un lustro de vigencia, la informalidad de algunos sectores y la lenta adhesión de algunas provincias, muestra que la recuperación de materiales no es todo lo eficiente que debiera ser. Según la Fundación Campo Limpio, sólo entre enero y febrero de 2022 se recuperaron 386 toneladas de plásticos.

El número es enorme para los vecinos de barrio Obrero. E ínfimo en relación al impacto ambiental que los envases generan en la llanura pampeana. Sin embargo existe un hilo común: algunas personas comienzan a ocuparse de manera consciente de la no generación y recuperación de materiales contaminantes. Y al mismo tiempo, empresarios comienzan a integrar sus procesos dentro de la idea de economía circular.