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Destino a la COP26: los desafíos que tendrá la cumbre climática más esperada del año

En los primeros doce días de noviembre, Glasgow recibirá a cientos de jefes de Estado que, a los ojos de todos, deberán encontrar definiciones respecto a los instrumentos para llevar adelante la lucha contra el calentamiento global.

“La COP26 no puede ser simplemente una reunión para juntarse a charlar”, advierte Alok Sharma, presidente designado de la vigésimo sexta Conferencia del Cambio Climático de la ONU. A decir verdad, sin traducción de por medio, la expresión en su inglés original es talking-shop. Sin necesidad de hacer un análisis demasiado sesudo, la frase suena a un llamado de atención a los más de 190 países que serán parte de la cita climática más esperada del año en Glasgow, que debió realizarse el año pasado pero no pudo ser así por razones que ya conocemos.

Esta se llevará a cabo entre el 1 y el 12 de noviembre y para conocer cómo discurre la antesala de esta cumbre mundial, qué desafíos plantea a nivel global, qué se pone en juego durante esos 12 días y qué se puede espera como resultado de ella, EOL dialogó con Enrique Maurtua Konstantinidis, asesor senior de Política Climática en Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) –ésta será la decimocuarta COP a la que asistirá– y con Bruno Giambelluca, coordinador de la campaña de Cambio Climático de Greenpeace Argentina.

El contexto es de alarma, los distintos gobiernos ya lo saben y la presión de los entes internacionales sobre su accionar hace que la idea de tomar cartas en el asunto climático ya no sólo se traduzca en compromisos a futuro sino en respuestas concretas que den cuenta de un camino hacia la descarbonización.

El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático IPCC advierte que la mitigación de los gases de efecto invernadero deber ser “inmediata, rápida y a gran escala” si se quiere estar en línea con el objetivo trazado en el Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a los 2ºC con tendencia a 1,5ºC.

“Es claro que los delegados y tomadores de decisiones necesitan escuchar a la ciencia. La expectativa es que finalmente en la COP 26, los líderes del mundo puedan responder a los ciudadanos del mundo que están exigiendo cada vez más que se actúe de forma rápida frente a la crisis climática, que está teniendo ya efectos devastadores”, dice Giambelluca.

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Al pensar en qué puede radicar el éxito o el fracaso de la cumbre, el miembro de FARN habla de “definiciones claras sobre el futuro del financiamiento climático”. A partir de ello, la inversión alrededor de las renovables puede recibir un impulso significativo, entiende. “Conociendo las negociaciones, lo que es importante es tener presente que en las COP se construye no solo con la agenda y los acuerdos, sino también con el capital político que se va construyendo hacia la COP”, dice. Amplía este punto y explica que, “por un lado, están las políticas públicas y por otro la voluntad política. Pensemos que la cumbre de líderes del G20 cierra el domingo que empieza la COP26. Y el G20 sí puede mandar una señal dirigida a lo energético”.

Según entiende él, la agenda de este G20 en particular hace mucho foco en lo que concierne a finanzas sostenibles, concepto que antes no habían estado presente. “Si se orquesta bien –considera Konstantinidis–, los presidentes del G20 van a enviar un mensaje político que idealmente le dé un espaldarazo de capital político a la COP. Sería muy interesante que en los primeros días, en los que estarán los jefes de Estado, haya discursos con novedades políticas”.

Subraya que gran parte de la expectativa va a estar puesta, evidentemente, en Biden. “Sería muy interesante ver que Estados Unidos levante la vara y exprese algo novedoso en cuanto al financiamiento climático. Si Estados Unidos lidera y dice que va a poner 30.000 millones de dólares para acciones contra el cambio climático, habilitaría a que los demás países se muevan en esa misma línea. Los países suelen sostener que si Estados Unidos no da señales, esto no se mueve”. Lamentablemente, resalta, “vivimos en un mundo en el que si Estados Unidos y China no se mueven, tenés casi la mitad de las emisiones mundiales sin estar cubierta”.

El ADN de la cumbre

Se espera que a Glasgow acudan entre 10 mil y 25 mil personas a lo largo de las dos semanas. Los primeros dos días suelen hablar los jefes de Estado y la expectativa de algún anuncio de relevancia política está depositada particularmente en esas jornadas.

 “En la cumbre no hay ningún ítem que hable de energía. En el Acuerdo de París, de hecho, la palabra energía aparece una sola vez cuando dice que hay que tener en cuenta a la Agencia Internacional de Energía Atómica”, dice Enrique Maurtua Konstantinidis. Es por esto que advierte que cuestiones sectoriales no van a tratarse, pero sí se buscará ofrecer más certezas en torno a los lineamientos generales para la acción climática.

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La negociación diplomática entonces se genera entre los países alrededor de cuestiones mucho más marco, o sea el marco para el financiamiento climático en general. “Al negociarse el Acuerdo de París, recuerdo que hablábamos con distintos actores y nos decían sobre el desarrollo de renovables que no podían poner ninguna tecnología específica, porque si el acuerdo va a durar cincuenta o cien años, no se sabe qué tecnología va a haber de acá a cien años y querían que el acuerdo siguiera vigente”, señala.

A su vez, en línea con el punto que marcó anteriormente, hace referencia a una agenda “paralela”, en donde se habla de anuncios, acuerdos paralelos y que tiene que ver con otorgar relevancia y poner en la agenda internacional ciertos temas o problemáticas. “Por ejemplo, en la COP24, en Polonia, salieron tres declaraciones políticas: una sobre transición justa, otra vinculada a bosques y otra sobre movilidad eléctrica. Esto no es parte de la agenda de negociación, pero bueno, el país que organizó se hizo de un capital político y le dio una relevancia importante a esos tres temas”, cuenta.

Alok Shamar proclama, en representación del Reino Unido, que las grandes decisiones políticas deben tener como norte el “terminar con la generación a base de carbón, salir del transporte a base de combustibles fósiles, hacer más sustentable la agricultura, enfrentar a la deforestación, apoyar a los países en desarrollo mediante financiación”.

NDC

De acuerdo al compromiso al que se arribó en el Acuerdo de París (2015), los países deben actualizar cada cinco años su aporte en materia climática y presentar una evolución o mejoría en sus Contribuciones Nacionales Determinadas (NDC), siempre bajo la premisa del principio de no retroceso, es decir con la obligación de que la nueva NDC tiene que ser superadora respecto a la anterior.

De cualquier modo, la presentación de una NDC más ambiciosa que la anterior, el país puede presentarla en cualquier momento, siempre y cuando esté dentro del plazo de los cinco años. El informe del IPCC antes mencionado, meses atrás, diagnosticó que apenas dos (Unión Europea y el Reino Unido) de los 18 mayores emisores del mundo actualizaron sus compromisos en forma significativa.

“Los países deben alinearse con el Acuerdo de París y eso implica presentar Contribuciones Nacionales Determinadas (NDCs) con una ambición tal que nos permita mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 1.5ºC. Desde la firma del Acuerdo en 2015, las emisiones de gases de efecto invernadero continúan aumentando”, sostiene el referente de Greenpeace.

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Por su parte, Konstantinidis dice que la realidad marca que “Argentina y los países latinos en general no están haciendo nada para convertir esos compromisos en realidad. Para el 2030 y el 2050, te regalo la luna, pero debería demostrártelo”. Recientemente, Alberto Fernández anunció que en la COP de Glasgow comunicará un incremento del 2% en la ambición de la contribución de Argentina, lo que representa un 27,7% superior a lo presentado en 2016.

Sin embargo, al observar cómo es que se pretende llegar a las metas proclamadas, Konstantinidis asegura: “esa es la parte que queda más puertas adentro de los países. Colombia, Chile, Argentina han anunciado compromiso que son mejores, que muestran cambios y demás, pero después, puertas adentro, empezás a indagar y no ves nada, al menos en Argentina en particular. Los compromisos se tienen que traducir en otra cosa”.

“En Argentina en particular, –dice Giambelluca– resulta contradictorio que en nuestro país se esté impulsando la expansión de la industria petrolera en el Mar Argentino. Todas las etapas de este desarrollo son perjudiciales para los ecosistemas de nuestro mar, desde la exploración sísmica hasta la extracción. El proyecto de expansión petrolera en el Mar Argentino podría generar emisiones anuales de hasta 3,1 millones de toneladas de CO2, una verdadera bomba de carbono”.

Fondo Verde para el Clima

“Estamos muy lejos de hablar de 100.000 millones de dólares al año. Esto tiene que definirse en la COP26, porque va a tener implicancia en el sector energético, porque muchos de los proyectos que están incluidos en el Fondo Verde del Clima para mitigación se vinculan con el sector energético”, dice el referente de FARN.

Esos USD 100.000 millones a los que hace referencia son la suma total que se deberían haber reunido en 2020, tal como se estableció en el Acuerdo de París, para la lucha contra el cambio climático. “El tema es que el Fondo Verde para el Clima, que es el que canaliza estos fondos, no tiene esa plata. Nadie de expresó para decir cuánta plata aportaba. A esta altura ya deberían ser 200.000 millones de dólares, porque el año pasado nadie puso nada”.

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La pregunta que arroja, con una risa socarrona de por medio, es “si se van a autocondonar la deuda o este año se va a destinar ese monto”. Considera que lo que se vincula con los fondos disponibles es un elemento clave y si en esta COP se logra llegar a buen puerto en este sentido, “se va a mandar una fuerte señal a los mercados y a los inversores. Porque, con toda esa plata disponible, los países van a querer acceder a ella. Para países como Argentina, por ejemplo, las tasas del Fondo Verde son mucho más flexibles que cualquier otra tasa a la que el país, por el estado económico en el que está, puede acceder”.

Marco de Transparencia

Dentro del Acuerdo de París, uno de los instrumentos de auditoría o monitoreo que está contemplado es el Marco de Transparencia: “cada dos años, lo países tienen que hacer reportes de cómo van sus compromisos, cuál es su nivel de acción, su nuevo inventario de gases y demás. Y ese marco de transparencia es el que va a dejar al descubierto si ese país realmente está cumpliendo o no con lo que se comprometió. Pero eso no se va a ver en esta COP, sino recién en 2023, que es cuando va a ocurrir el balance global”, explica el asesor de FARN.

No son pocos los que sugieren que la ONU comience a adoptar una mirada más punitivista al momento de analizar qué países cumplen con sus compromisos y cuáles no, teniendo en cuenta la celeridad incuestionable del cambio climático y la urgencia en la acción en la que todos los mandatarios coinciden. 

No obstante, respecto a esto, Konstantinidis señala que el rasgo de no obligatoriedad en este tipo de acuerdos “lamentablemente es el gran negociado que se tuvo que hacer, básicamente para que lo puedan firmar Estados Unidos y China”.

Se trata de las dos economías más vigorosas del planeta y también los dos mayores contaminantes. “China decía ‘no se metan a decirme lo que tengo que hacer. No van a violar mi soberanía nacional’, y Estados Unidos es un país que nunca firma un convenio internacional que le aplique obligaciones. Y el Acuerdo de París se hizo a medida de eso. Estados Unidos lo puede ratificar y se puede dar de baja, como hizo Trump, por decreto presidencial. Pero si el Acuerdo de País tuviera que ir al Congreso para su ratificación, como es el caso de Argentina, en Estados Unidos nunca se aprobaría, que es lo que pasó con el Protocolo de Kioto”.